El sonido de aquel piano, era indescriptible, mientras tocaba aquella pieza, mientras mis dedos se dejaban caer, mientras todo estaba en silencio pero nuestras almas gritaban. Mis dedos cada vez eran partes de las teclas y las sensaciones eran más que el orgasmo dérmico que sientes al escucharlo, más que sentir que abrazas el viento o ver el atardecer subir.
La pasión que estaba sintiendo, aumentaba como mis ganas de seguir tocando, plasmando la historia que posiblemente no tendría final hasta la decadencia de tener el cansancio en mi y lo único lucrativo de lo que estaba interpretando era saciar todo aquello que había fuera de lugar, recordar aquello que había olvidado e inevitable comentar la belleza de sentir que estás vivo.
Hermosura, era aquel piano que, aún a pesar de los años se dejaba descubrir, por su defecto era perfecto y por su encanto no había similitud en el, el tiempo es sólo tiempo pero en ese acontecer el tiempo era preciado e inaudito de seguir poseyendo aquello dado por ti mismo.
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Me gustó la profundidad que le das al simple hecho de escuchar a un viejo piano, algo que a veces lo ves como trivial y sin embargo tiene cierta complejidad...