Me ahogo y me describes el agua...
Razón por la que después de varias veces de contar hasta 3, inhalando, reteniendo y exhalando, contar hasta 20 porque según es el tiempo vivo de un ataque de ansiedad, mientras miras el teléfono cada 2 minutos y escuchas (solo en tu cabeza) como suena el timbre, nos dejamos llevar por una locomotora, discamos el numero y entablamos la funesta comunicación, la cual, para darle un toque de drama a la situación, termina en dos posibles desenlaces, el primero, el objeto del deseo decide no convertirse en interlocutor, lo que particularmente me volvía una discadora compulsiva, ó, en instancia, como el mejor guion de Delia Fiallo, convertíamos la conversación en un drama, donde está presente el llanto y la culpa, mientras la compañía telefónica solo engorda sus bolsillos.
Lo cierto es que cualquiera de las dos alternativas, solo sirve para alterarnos, y como si bajáramos al fondo del mar sentimos como la presión crece a medida que vamos avanzando, mientras damos inicio a otro episodio toxico en nuestra vida.
¿También somos Martillo de ese clavo?
Controlar ese impulso que nos pide a grito que por favor nos comuniquemos es una de las tareas que con mayor dificultad me ha costado superar. Pues sentía que con cada minuto que pasaba solo me alejaba de resolver todo, sin darme cuenta que cualquier movimiento solo empeoraba las cosas en ese momento, pues estaba llena de angustia, y alterada, y solo pensaba en como esa situación me estaba afectando, y así que como si fuera una droga, necesitaba una dosis de él para calmarme… y esto último que acabo de mencionar no es broma, realmente las personas podemos convertirnos en adictos a relaciones mal trechas, en unas seguidoras de “afecto” según sea la versión que tenemos en nuestro disco duro de “amor”, y de igual forma nosotras pasamos a ejemplificar la resurrección de lo que la contraparte conoce como “cariño”.
Porque ojo también nosotras pasamos en algún momento a convertirnos en martillos, aunque en estos párrafos solo he hablado de cómo se nos ha hecho difícil una ruptura cuando él decide alejarse, pero existen ocasiones cuando nos llega un rayo de luz y no llenamos de coraje (o maltratos) y somos nosotras quienes decidimos apartarnos, entonces aquí resulta un tanto más delicado mantener el control, y evitar que la angustia nos lleve actuar de forma impulsiva, dejándonos llevar por el deseo y las ganas enormes de saber qué hace, que no hace, con quien esta, en esta materia mantener la calma es preciso.
¿Pero como lograrlo?
Porque resulta sencillo plantearlo, pero conseguirlo es otro cuento, la pregunta sería ¿Yo pude lograrlo? La respuesta es sí, en muy pocas y contadas ocasiones, me mordí los dedos, me distraje cuanto pude, intente desentenderme del telf. Pero esto último solo aumento mi angustia así que no me pareció buena idea, porque mis distracciones eran momentáneas, además desde lo más profundo le pedía al cielo que él se comunicara conmigo, así que alejarme de la que consideraba mi única fuente de conexión no me ayudo en nada.
¿Qué me auxilio?
Entender que todo va a pasar, que ese momento de angustia se va a pasar, que si existe THE END para ese pensamiento recurrente, sin embargo cada vez que recaes alejas el fin, porque debes volver a comenzar el proceso, yo lo viví una y otra y otra vez, hasta que mi cuerpo ya no podía más, mi mente lo entendió y mi corazón lo acepto, por eso no me atrevería a decir que hacer, en esta líneas no quiero convencer a nadie de que esta actitud nos perjudica terriblemente, aquí solo quiero mostrar cual fue el camino que decidí tomar para salir de esta situación, y tal vez a alguien le sirva esta bitácora de angustia y pueda aprender por cabeza ajena.
Un punto importante que puedo mencionar con respecto a este ámbito, es que logre darme cuenta que en esos momentos tóxicos, había algo que estaba dejando de lado, una falta no cubierta, es decir, no había comido bien, o dormido bien, o alguna otra necesidad básica no estaba siendo saciada y claro que eso me alteraba, así que básicamente recomendaría que si llegas a pasar por donde espantan, antes de tener un descontrol y buscarlo, es mejor detenerse a pensar ¿qué vacío tengo?, y en pleno siglo 21 es hora de dejar atrás los tabús y aceptar que hay huecos que nosotras también podemos llenar.