Los días se suceden, pero no al ritmo de la monotonía de los trimestres, incluso los dos años anteriores. Asumes cosas, convives con el inevitable ciclo de la vida y te asumes, con tus cosas, alejándote una vez más del mismo ruido qué provocan las redes, en almas dolidas. Es todo puro esperpento.
Este nuevo curso, ha sido el de la ruptura, el de no esperar, es decir no tener expectativas al menos falsa, el de no creer en más receta que el asumir los tiempos y la labor callada de un trabajo que se me da bien, pero tiene relación con la necesidad de obtener ingresos económicos, y que si no, sería otra cosa. Y sabéis qué, que no pasa nada porque así sea, uno no es ni mejor ni peor profesional por ello.
Dejar de darle importancia relativa a cosas que escapan de mi incumbencia (no la medicina y la veterinaria no son lo mío) y dejar de meterme en tantos charcos, porque la vida es para vivirla, no para sufrirla. La excelencia como meta está bien, es loable como objetivo de vida, pero hay que tener en cuenta, las cartas, y no jugáis con las mismas, cada uno maneja a su antojo la baraja, vela por sus intereses, y al final, como se dice por aquí, " cada uno, va a lo suyo".
En serio, no merece la pena sufrir y menos por las cosas del otro.
Eso sí, ser como el cinco, que arma el equipo, que pasa el balón con eficacia, que no la pierde y dado el momento, sube, da el último pase, e incluso remata, si, pero sin agobios y leyendo los tiempos, que no siempre vienen las cosas de cara y lo importante es la inteligencia táctica de saber usar tus armas, y no perderle, uno la cara a lo que es el partido que viene a ser la vida.