4 a.m. 21022023

[Fuente](Imagen creada a partir de una idea con Dall-e 2)

Lo llevo pegado al hueso, no me deshago de ello. El olor a podredumbre de la pérdida, se queda pegado a tu piel, carcome tu hueso, te afila el rostro, te llena de miedo, te hace que cueste la mismísima vida todo. Sientes el aliento del fracaso, hasta en las cosas más sencillas, y sobre todo, amaneces indefectiblemente a las cuatro de la mañana a más tardar.

Tengo tarea acumulada, no lo niego. No es lo mismo la tranquilidad y quietud de la casa, con tu baño, tu café y tus tiempos, que la asfixiante elipsis espacio tiempo de una habitación de hospital, con la doliente, con tiempo, ese que siempre piden para poder hablar de lo pendiente, yo he tenido todo el del mundo. Hablas y aprendes, a mis cuarenta y nueve, mis padres siguen dándome lecciones de vida, de como afrontar y sobre todo, como luchar a pesar de todo.

Aprender, duele, siempre hay pérdida, te dejas partes de ti, como si hubieras rozado sin querer con una pared de puro cemento y te hubiera sollado, te hubieras dejado parte de ropa y piel y te quede la herida palpitante y abierta. No es profunda, pero duele. Es difícil, poder con todo. Pero hay un algo importante, todo es un ensayo del gran acto final, que quieras o no, terminaremos protagonizando.

La entereza, se aprende. El madurar, era esto. El ciclón de los pasillos, que hacía chiste de todo, que le importaba más los desvaríos del corazón de Norrin Radd y sus desamores con Shalla-bal, ese amor cosmogónico, imposible, interplanetario por ese amor eterno a una raza, el anteponer los demás antes del uno mismo. Que eso, retomando, más pendiente de los comics, de los libros de los discos, de la felicidad en un balón de básquet, un paquete de pipas y un bollo de aceite que los imposibles amores y desamores de los compañeros de generación.

El madurar, es volver una y otra vez a la infancia, a esa primera adolescencia que sufrieron y sufriste por ti. A ese no entender porqué pasan las cosas, a pesar de todo, terminan pasando. A aguantar en público la lagrima, a aprender a mantener la entereza el tono de voz, y prestar el oído a las palabras de los médicos. Afrontar las limitaciones, no derrumbarte, seguir guisando, comiendo, entrenando, durmiendo a pesar de todo y un día y otro y otro, sin final, siempre incierto.