[ENG-SPN] San Esteban de Gormaz: The Threshold of Medieval Spain / San Esteban de Gormaz: El Umbral de la España Medieval

Aside from its prominent role, which made it one of the most beautiful and welcoming cities for that historical thunderbolt—metaphorically speaking—that was the restless Cid Campeador on his way to exile, a journey that would take him through the most picturesque and magical parts of medieval Spain, San Esteban de Gormaz, like the not-too-distant Sepúlveda, is another of those ancient towns where two philosophies bled each other dry, bequeathing to posterity, as a testament to barbarity, their most remarkable and humane aspects.

While the time-worn walls of the ancient Caliphate fortress still cling to the crags, steeped in legend, beneath them the bells of Romanesque churches continue to ring. These churches, like San Miguel, were among the oldest examples in the region of that architecture of the spirit which, well into the 12th century, was the quintessential model of Christendom.

And between these two churches, freed from the forgotten tombs where the bones of the Roman conqueror lay—be they consul, patrician, or legionary—the tombstones, shattered into a thousand pieces like the diamonds on the Punchinello costume of that Chaplin on his way to sunset, barely a shadow of what was once the popular Calvero, illuminate the visitor, making them a participant in the astonishing multiculturalism of the place.

Aparte de su protagonismo, que la hizo ser una de las ciudades más bellas y acogedoras para ese trueno histórico, metafóricamente hablando, que fue el inquieto Cid Campeador camino de un destierro que habría de llevarle por lo más pintoresco y mágico de la España medieval, San Esteban de Gormaz, como la no excesivamente lejana Sepúlveda, es otra de esas villas ancestrales, donde dos filosofías se desangraron mutuamente, legando a la posteridad, como testimonio de la barbarie, la parte más notable y humana de ellas.

Si sobre los riscos todavía acumulan leyendas las murallas asaltadas por el tiempo de la antigua fortaleza califal, bajo ellas, continúan resonando las campanas de unas iglesias románicas, que, como la de San Miguel, fueron decanas, en la zona, de esa arquitectura del espíritu, que, hasta bien terciado el siglo XII, fue el modelo de la Cristiandad por antonomasia.

Y entre unas y otras, liberadas de los olvidados sepulcros donde los huesos del conquistador romano, sin importar que éste fuera cónsul, patricio o legionario, las lápidas, rotas en mil pedazos como los rombos del traje de polichinela de aquel Chaplin camino del ocaso, apenas la sombra del que un día fue el popular Calvero, ilustran al visitante, haciéndole partícipe de la pasmosa multiculturalidad del lugar.

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