La larga,

muy larga,

demasiado larga,

espera

Segundo día, aunque no se puede llamar así porque el sol no ha salido, pasamos por animalitos revisa fronteras que nos permitieron residir en el piso del aeroporto, mientras conseguíamos pescar otro pollo de metal. Tiendas de todo tipo y muchas cerradas, luces incandescentes y ahora preguntar en los pocos lugares abiertos por boletos al destino al que debíamos llegar. Obstaculo: Wi fi por persona, 30 min al día. Luego de eso, adios Wi fi, adios ver por internet las ofertas y la familia.

Cada hora que transcurría era cada vez más desesperante, queriendo gritar y pedir que nos sacaran de allí, condenados a ese lugar frío y traducido al portugués.

Entre boletos y ofertas se nos cerraban las opciones, cada minuto que pasaba parecían horas y mientras ellas seguían transcurriendo, sentí como si 5 días hubiesen pasado. Buenos días, noches, de tarde, ya no sabíamos que decir, periodos de tiempo interminables que no terminaba de comprender. El reloj de la catedral se detuvo en la oscuridad eterna de la noche.

Al ser tomada la decisión para salir, nos es comunicado, por lo que logramos entender, que existía un retraso en el vuelo. Vimos un meteorito caer en las maletas e imaginamos lo peor. Otra larga estadía en un lugar nada cálido y hogareño. De pronto, a la velocidad de la pereza... el problema pudo ser solucionado y abordamos un vuelo que nos dejaría a una hora parecida y con tiempo de descanso, entre un surco de cielo y el otro.

El hambre atacaba, lo ultimo comido fueron las masitas con carne llamadas pastelitos, pero ya eso había pasado hace ya varios “erase una vez” Pero…. Las luces seguían encendidas y recordé entre lagrimas de felicidad y tristeza de mi madre el hecho de que nos comunico que teníamos paso a la sala de espera vip y eso quería decir, comida gratis, wi fi y un baño. Todo lo que allí necesitábamos y todo lo que hizo falta para no llorar y desfallecer.