-¡Ja, ja, ja, ja! La vieja bruja debe de estar hirviendo de rabia por no haber logrado echarte de aquí. ¿El examen que te puso era muy complicado?
-¡Terrible! – ambos se hallaban sentados en lo que Candy había decidido llamar “La segunda colina de Pony”. Era por mucho, su lugar favorito en aquel viejo colegio. Aquel día había sido infernal, y aunque todo su sentido común le dictaba que caminar hasta allá era una pésima idea, su corazón le decía que lo único que la haría sentir mejor en aquellos difíciles momentos, era verlo a él. - Los problemas estaban redactados con toda la intención de confundirme y las cifras eran muy altas. Pero recordé lo que me dijiste, Terry, aquello de descomponer la cifra en cantidades más pequeñas y realizar las operaciones por separado, y bueno, me funcionó. Aunque aprobé apenas y por el mínimo. La hermana Circe revisó el examen, pero cuando descubrió que la cantidad de aciertos era suficiente para aprobar, la directora le arrebató el examen y volvió a comprobar todas las respuestas, una por una.
-No podía acusarte nada – agregó Terry colocándole una pequeña flor que acaba de cortar del césped que crecía en la segunda colina de Pony, en su oreja izquierda – habías hecho el examen como ella quería. Sola, en su presencia, y sin Annie o Patty a tu lado. Y lo aprobaste por mérito propio.
-Eso fue lo que más la enfureció, que no podía alegar que yo hubiese recibido ayuda alguna. De todas maneras, amenazó con tenerme “muy vigilada”. Es por eso que el examen de biología tuve que resolverlo con mi pupitre pegado al escritorio de la hermana Margaret, de frente al resto de las alumnas, exponiéndome como la criminal que soy.
-Que no te afecte. – Arrojó un pedazo de césped al aire y lo siguió con la mirada - De hecho te provee cierta ventaja. La idiota de Eliza Leagan no podrá volver a intrigar con la misma estupidez de que tus amigas te pasaron las respuestas. Al menos podrás realizar el resto de las pruebas en santa paz.
-Eso quisiera creer, pero apuesto que algo nuevo se inventarán. Gracias, en verdad, por tu ayuda. Aún no me siento del todo tranquila, todavía no sé si el promedio sea suficiente para permanecer aquí, pero por lo menos el hecho de no reprobar, me dará un respiro.
-Lo harás bien, estoy seguro. Solo trata de tener un poco más de confianza en ti.
-No sé cómo. O por qué habría de hacerlo.
-Yo confío en ti.
No sabía si era el alivio que su alma sentía por ésta nueva oportunidad de no defraudar al abuelo Williams, el espíritu primaveral que comenzaba a apoderarse de los jardines, o tan solo era esa sonrisa suya, cargada de satisfacción y orgullo, por y para ella. ¿Cuándo había sido la última vez que alguien se había sentido orgulloso de ella? Que habían creído en ella, en que podría lograr algo, o siquiera, creer en su palabra antes que a la de cualquier otro.
Y ahí estaba él, demostrándole su apoyo, su confianza, y según la opinión de Annie, su amor. Le había demostrado su amor noche tras noche, en forma de desvelos, de horas de investigación en la biblioteca, de preparar los ejemplos para posteriormente explicárselo en la forma en que ella pudiese comprenderlos, sin dejar de recordarle, con plena seguridad, que ella podría hacerlo.
-Terry…- sus labios temblaban, ¿era temor o el deseo de besarlo lo que generaba en su cuerpo dicha reacción? – Sé que… que tu esperas una respuesta, que tengo que decidirme pero…
-No es el momento, Pecas – colocó su dedo índice sobre los labios de ella- eso no significa que no me esté muriendo de ganas porque definas éste limbo amoroso en el que me has confinado, pero lo más importante es que tú estés tranquila, que puedas concentrarte en las pruebas y que estés suficientemente fuerte para poder sortear con todas las adversidades que la hermana Grey decida ponerte en el camino.
-Gracias, por entenderlo. – La tarde estaba fresca, sin embargo, Terry sudaba. El largo cabello oscuro se le pegaba a las sienes, sus mejillas lucían un poco encendidas, aquello le daba un aspecto un tanto infantil, como un niño afiebrado que solo quiere recostarse en el regazo de mami- ¿te sientes bien, Terry? Luces como si estuvieras a punto de enfermarte.
-Si digo que no, ¿me dejarás acurrucarme sobre tu pecho?
-Estoy hablando en serio, Terry.
-Yo también. No es nada, Pecas. Es solo que, creo que he abusado un poco de las salidas nocturnas.
-¿Sales todas las noches en plena temporada de exámenes?
-Los exámenes no me preocupan.
-¿Entonces qué es lo que te preocupa?
-La nueva manía de mi padre, pero no quiero angustiarte con eso, Candy. Son mis problemas, no los tuyos.
-Tú conoces todos mis problemas, y en la mayoría de las ocasiones, me has ayudado con ellos. ¿Por qué crees que yo no podría ayudarte con los tuyos? Sé que no soy ni de lejos tan lista como tú, pero por lo menos, podrías desahogarte.
-Ya tendremos tiempo, mi amor. Tendremos mucho tiempo.
Tiempo. Hacía muchísimo tiempo que no podían pasar aunque sea unos cuantos minutos a solas. Que no era tranquilizada por su potente voz ni deleitada por su hermoso rostro. Sus labios lucían de un rojo intenso, definitivamente Terry estaba siendo víctima de la fiebre. El sentido común le dictaba que debería acompañarlo de inmediato al médico más cercano, pero su espíritu solo deseaba besarlo.
Parecía que él era capaz de leer su mente. La tomó por la barbilla y se acercó con lentitud. Sus labios ya se encontraban muy cerca de los de ella, cuando un violento acceso de tos provocó que girara su rostro con violencia.
-¡Terry! – Gritó preocupada mientras observaba como él luchaba por respirar - ¿te sientes bien? Debemos de ir al médico de inmediato.
-¡Qué inoportuno! – Expresó Terry apenas con un hilo de voz – y no me refiero al acceso de tos.
Anthony los observaba con el rostro crispado por la rabia.
-Lamento interrumpirlos, Candy.
-Anthony - ¿valdría la pena esforzarse en aparentar?- yo… -al parecer no - yo tengo que llevar a Terry al médico. – Se puso de pie y extendió su mano derecha hacia Terry con clara intención de ayudarlo a levantarse, pero Anthony se lo impidió tomándola por el otro brazo y haciéndola girar con brusquedad.
-¡Ey! – Terry se puso de pie de un salto, sus ojos sacaban fuego y eso no tenía nada que ver con la fiebre. Se dirigió con velocidad a encontrar a Anthony a enfrentarlo con esa potente locomotora que eran sus puños, pero ella se lo impidió colocando una mano en medio de su pecho.
-Terry, no. No lo hagas.
Exhaló lentamente con el objetivo de tranquilizarse. – No… no me gusta que te hable así.
-Lo sé, pero por favor, te lo ruego, no quiero un enfrentamiento más, no ahora por favor, tú mismo lo dijiste, hay cosas más importantes. Vete de aquí, te lo suplico, y permíteme hablar con él.
-¿A qué le temes, Grandchester? – Anthony había logrado sortear la distancia que los brazos extendidos de Candy oponían entre él y Terry, estirando su brazo y logrando apenas rozar el rostro de Terry. El impacto del golpe fue mínimo, pero el gesto había sido lo suficientemente retador como para desatar la furia de Terry y Candy lo sabía.
Terry cerró los ojos.
-Si no te muelo a golpes – expresó haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para que sus puños tuviesen congruencia con sus palabras – es porque ELLA me lo pidió. Y yo, haría lo que sea por hacerte feliz, Candy.
-Lo sé, Terry, así que por favor, vete de aquí.
Dio la vuelta y emprendió el andar a paso firme antes de arrepentirse. Anthony ni siquiera esperó a que Terry hubiese descendido por completo de la colina para romper la paz de la tarde con un violento reclamo.
-¿Así que aquí es el lugar donde ustedes se ven todas las tardes?
-¿Todas la tardes? – Candy se dejó caer nuevamente sobre el pasto completamente fastidiada – parece que no recuerdas que soy la esclava personal de la hermana Gray desde que sale el sol hasta su puesta.
-¿Esperas que te crea que esto se trató de otra coincidencia? ¿Qué tú no viniste aquí con el único propósito de ver a ese imbécil? ¿Cómo tienes el cinismo de negármelo?
-La verdad es que ya no sé qué esperar, Anthony. Y no, no hay nada que negar, en efecto, ésta tarde vine a buscar a Terry. Quería agradecerle.
-¿Agradecerle qué?
-Su ayuda- suspiró, sabía que confesarle a Anthony la presencia de Terry en las asesorías nocturnas solo aumentaría su furia, pero se sentía tan cansada que las fuerzas necesarias para guardar las apariencias la habían abandonado – Terry asiste a las mismas asesorías académicas que yo, su ayuda me fue muy útil, probablemente hubiese vuelto a reprobar si no…
-¿Quieres decir que han estado juntos todos estos meses hasta media noche? – Al parecer lo único que le importaba a Anthony era lo mucho que a él le afectaba la presencia de Terry y no cuánto le había beneficiado a ella su ayuda - ¡Ese tipo no tenía nada que hacer ahí! ¡Debiste haberle dicho a la maestra para que lo sacaran a rastras en el mismo instante en que puso un pie en ese lugar!
-¿Basado en qué? Él alegaba necesitar dichas asesorías por estar repitiendo el primer grado, y la hermana Circe no consideró nada conveniente negarle la ayuda al hijo de quien es el principal benefactor de esto colegio.
-¡Entonces debiste ser tú la que se marchara de ahí!
-Anthony – le costaba trabajo articular palabra debido al asombro – sabes que esa fue la única y tajante condición que me impuso la hermana Gray para continuar aquí. Y si Terry quería ayudarme…
-¡Él no quería ayudarte! ¿Qué no lo entiendes, Candy? Solo lo hace por fastidiarme, tú no le importas en absoluto.
-¿Por qué todo tiene que tratarse de ti, Anthony? – no pudo más. Tantos meses de sofocante estrés, de exigencias, de injusticias. De tener que meditar cada paso, cada decisión, pensando en el bien de los demás, y si sobraba tiempo, en el de ella.
- ¿Qué? – Anthony parecía haber quedado desconcertado por el poderoso reclamo con el que Candy había cortado su diatriba.
-¿Por qué todo lo que hago, o dejo de hacer, tiene que ver contigo? –Se había puesto de pie de un salto, de una salto un tanto involuntario, pero impulsado por la frustración y ansiedad acumulada durante demasiado tiempo - Con hacerte sentir incómodo o feliz. ¿Por qué incluso lo que hagan otros, Albert, Terry, o quien sea que se me acerque a brindarme una ayuda, también tiene que ver contigo? ¿Te parece tan descabellada la idea de que Terry en verdad quiera ayudarme?
-Lo que tú no alcanzas a comprender Candy, es que…
-Lo único que “alcanzo a comprender”, es que aprobé, Anthony. Y que eso me brinda la oportunidad de permanecer aquí y no defraudar a quienes han confiado en mí. Estoy feliz, Anthony, y lamento mucho si me felicidad te causa molestia, pero no pienso cambiar nada. Si Terry continúa presentándose en las asesorías es algo que yo no puedo impedir, y si está dispuesto a seguirme brindando su ayuda, no la voy a desaprovechar.
Se trata de mi futuro, Anthony, no del tuyo. No es que me fascine estar en éste lugar, Dios sabe que he fantaseado mil veces con salir huyendo de aquí, pero no puedo traicionar la confianza que el abuelo Williams puso en mí al enviarme a estudiar aquí. He comprendido y aceptado, el hecho de que ésta es una gran oportunidad, de aprender, de superarme, de probarme a mí misma. Y de que por más horrorosa que pueda parecer mi estancia en éste lugar, solo es un paso, un paro importante que me ayudará a descubrir, y sobre todo a decidir, qué es lo que quiero ser al salir de aquí.
-Te convertirás en mi esposa – Anthony trataba de simular una sonrisa. La distancia que lo separaba de Candy podía ser cubierta apenas con un par de pasos, sin embargo él la sentía muy, muy lejana.
-¿Y nada más?
-¿Nada más?- Aquellas palabras laceraban su corazón como si le hubiesen clavado un cuchillo al rojo vivo.- Hace un par de meses eso era suficiente para ti. ¿Qué cambió, Candy?
-Yo, Anthony, yo cambié.
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