Este día comenzó cuando el me pasó buscando a mi casa, la mañana era nublada, perfecta para dónde íbamos a ir, un pueblito colonial un poco frío, estuvimos todo el día juntos haciendo innumerables cosas, almorzamos mi platillo favorito, luego comimos helado y aunque todo iba transcurriendo de la mejor manera ya teniamos que volver a casa, iba cayendo la noche, y mi madre me estaba esperando, pero eso no sucedió. El carro no encendió y nos tocó alquilar una habitación en el pueblo para pasar la noche.
Entrando a la habitación el recibió una llamada, yo me senté en un pequeño sofá que estaba frente a la puerta, me quedé observando como él hablaba por teléfono con la mirada perdida en la ventana, cuando colgó se volteó a mirarme, sus ojos reflejaban deseo y no lo voy a negar, yo también lo deseaba. Se sentó a mi lado y me besó con ternura, de ahí pasó a la pasión y sin saber cómo, de un momento a otro estaba sobre su regazo enrollada en un beso que dejaba mucho que desear, la escena estaba llegando a un punto a el cual no quería que llegara, aun no estaba lista para estar con él, pero no podía sepárarme, sentir su lengua dentro de mi boca era delicioso y tan intenso que no noté el momento en el que llegamos a la cama, los besos siguieron uno tras otro, hasta que se detuvo para quitarse la camisa, mi ojos se deleitaron ante esa escena, observaron cómo quitaba botón por botón y al irlo haciendo descubría parte de su piel, tenía un torso marcado, pálido y pecoso, perfecto antes mis ojos, no podía respirar, mi mente estaba nublada, se acercó a mí y comenzó a besar mi cuello, mis clavículas, mi abdomen, y bajó hasta el botón de mi jean, lo besó y se devolvió, realizó el mismo recorrido hasta llegar a mis pechos, que con sólo rozarlos hizo que mi espalda se arqueara en su dirección pidiéndole más, al darse cuenta me besó con más pasión e intensidad de lo que lo había hecho mientras sus manos jugaban con el dobladillo de mi blusa y la piel que descansaba debajo de ella, fue subiendo sus manos hasta el borde de mi brasier y las volvió a bajar, pero ya nuestros cuerpos pedían más, fue subiendo mi blusa hasta hacerme quedar libre de ella, observó con deleite cada parte de mi cuerpo mientras su manos no dejaban de recorrerme, sus ojos revelaban deseo, estaba encantado con lo que veía, pero por mi mente se cruzaron una nube de pensamientos que ante tanto placer había olvidado y entre todo logré decirle lo que pensaba, aún no estaba lista, el me miró a los ojos y aunque decepcionado, lo comprendió, me abrazó y hablamos un largo rato hasta quedarnos dormidos.
Dormimos así abrazados, semiconscientes el uno del otro, con nuestros torsos desnudos rozándose y nuestros pensamientos aun exigiéndonos, tanto así que en algún momento de la madrugada medio dormidos comenzamos a frotarnos y acariciarnos, hasta ser más conscientes de lo que sucedía, pero esta vez no quería parar, quería conocer y probar todo de él, nos besamos hasta quedarnos sin aire y en ese instante me miró esperando que le diera luz verde y recuerdo pensar “A la mierda todo, obviamente quiero estar con él”, sin más nos quitamos la ropa sobrante, justo en ese instante él iba a ser mío y yo de él, pero faltaba algo, algo muy importante y sin eso no podíamos continuar, ¡el CONDÓN! recuerdo su cara de decepción y mi cara de no puedo creerlo, así que ese día no fue nuestra primera vez, y al final solo terminamos durmiendo abrazados hasta la mañana siguiente.
De ese día aprendí siempre estar preparada, porque ellos no siempre lo están y mujer precavida vale por dos. Saludos a todos y espero que eso nunca les suceda, y si les ha pasado que hayan aprendido ;)
Relato de mi autoría, imagen tomada de Tuuli Mäemat