Capítulo uno — Soy la culpable.
No tuve más opción que deambular por la habitación, cada vez se veía más vacía; surgían dudas en mi cabeza, ¿Qué hago aquí?, ¿Cómo podré salir?, ¿Por qué hace tanto frío?, ninguna podía ser respondida.
Comencé a volverme loca, estaba sentenciada a pasar mis días en esta habitación, la cordura no era opción. Me dolía mucho el cuerpo, y podía sentir con se apagaba mi corazón, mi pecho ardía y se me nublaba la mirada, ¿Acaso estaba muriendo?, de pronto recordé todo. No era de nadie más sino mi culpa estar aquí, no pude apreciar lo que me daba la vida, no supe valorar a las personas que me querían, los buenos momentos me dieron igual, seguí con este camino, tomé una decisión pensando en apagar un infierno, sin saber que entraría en uno mucho peor. En cuánto este pensamiento acabó, algo me arrastró con mucha fuerza hacia el vacío tomándome por los pies, me golpeé la cabeza pero ni lo sentí. El miedo que tenía en el momento del jalón era inexplicable, gritaba pero no se escuchaba, era como tener un control remoto para televisor y darle al botón “mute”, podías ver mi desesperación, pero no escucharla.
Me desmayé, y cuando desperté estaba en una habitación totalmente diferente, digamos que el cuarto negro era la puerta hacia el infierno, éste era el infierno. Me encontraba en pasillo muy largo, no podía verle un final desde donde estaba, habían miles de rejas hacia los lados, una tras de la otra, eran celdas tal cuál como una cárcel. Mi miedo era tanto que la cabeza me iba a explotar, pero de nuevo, apenas lo percibía. Empecé a caminar a lo largo de este pasillo, eran personas sufriendo, encadenadas, y estaba segura de que todas estaban aquí por tener algo en común, sólo que no sabía qué.
El camino se hacía más largo a medida que avanzaba, pero justo en frente de una celda particular fue cuándo no conseguí avanzar más, creo que quién sea que me llevó a ese lugar quería que viese algo. Me acerqué a la celda y vi a una pequeña niña arrodillada de espaldas en el suelo, tenía una cadena en el cuello que la conectaba con un baúl grande y viejo, supuse que algún valor debía de tener. Me incliné de manera tal que pudiese estar a su altura para poder hablar con ella, no parecía haberse dado cuenta de que yo estaba allí.
—Hey, bonita, ¿qué haces aquí? — Pregunté con una voz que le pareciese agradable, pero la niña no respondió.
Supuse que no quería ser molestada, y ya que de por sí, al estar en este lugar estaba jugando con peligro, no quería tentar más a lo que sea que fuese la entidad que se adueñaba de esto así que lo dejé así. Me levanté y traté de seguir mi camino, cuando escuché la cadena de la niña moverse, me volteé y la niña estaba parada con la cabeza hacia el piso, tenía cortadas verticales en cada brazo, no había duda de por qué estaba aquí. La reja de esta niña se abrió, me quedé congelada, tenía miedo puesto que no sabía en qué estado podría estar su alma, o si realmente era ella, de igual forma tragué saliva y me atreví a entrar.
La niña, sin levantar la cabeza, me señaló el cofre, no sabía como abrirlo pero sabía que debía hacer algo, si todo a mi alrededor parecía indicar que debía estar aquí, y si de igual forma ya estaba muerta, iba a comenzar a descubrir qué era esta habitación, y qué hacía ésta niña aquí, pero sobre todo, el por qué debo ser yo quién vea el interior de ese cofre.