16 de Septiembre de 2007
Querido diario, mañana comienzo una nueva etapa. Voy a ingresar en la Universidad. He estado muy nerviosa y no he podido dormir bien. Por eso llamé a mi abuela por teléfono y le pedí que viniera a casa. Ella siempre tiene un efecto tranquilizador en mi.
Cuando mi abuelita llegó le di un super abrazo y le conté como me sentía mientras ella escuchaba con mucha atención. Al terminar me dijo que los cambios son una parte fundamental de la vida, por lo que debemos aprender a llevarlos con buen humor.
Yo sé que mi abuela siempre da consejos fabulosos, pero, esta vez no la entendí, es decir, no sé qué tiene que ver el humor con todo esto, si solamente sirve para hacer reir a la gente. Creo que mi abuela se dio cuenta de que dudaba sobre lo que ella decía y me dijo que lo entendería en su debido momento. Sacó un hermoso reloj de su bolsillo y me lo obsequió; al abrirlo noté que las agujas no se movían pero para no hacerla sentir mal lo guardé, de todos modos yo estaba contenta porque se veía que era un reloj muy especial. Luego me tomó la mano y mirándome dulcemente a los ojos, me dijo:
- Cuando todo parezca andar mal, con una vuelta lo haz de arreglar.
Una vez más quedé en chino; pero disimulé y le di las gracias por todo. Ella con una sonrisa se despidió y me deseó éxito.
17 de Septiembre de 2007
¡Malvado diario! Hoy ha sido un día espantoso. No lo soporto más. En este momento estoy en el hospital…
En la mañana llegué a la Universidad buscando el salón de clases, que tenía asignado a primera hora, y no lo encontraba porque los salones no están enumerados 😡 . Cuando por fin lo encontré ya estaban varios estudiantes sentados en los pupitres, ocupando los mejores puestos, así que me senté atrás. Todos estaban muy callados y el ambiente se sentía tenso; unos minutos después llegó la profesora de matemática, escribió su nombre en el pizarrón y comenzó la clase.
No entendí nada de lo que explicó y como hoy es mi dia de mala suerte, me llamó para resolver un problema en el pizarrón. Cuando me paré, todos los números y letras se transformaron en símbolos chinos, quedé totalmente paralizada y escuchaba a mis compañeros decir: “que gafa, ese problema es muy fácil”, “no sabe”. ¡Que impotencia!.. En fin, la profesora me mandó a sentar y terminó de dar la clase.
Cuando salí al patio, me senté un rato a respirar profundo…
Cerré los ojos…
Y cuando los abrí vi al ser más espectacular del mundo, parecía un príncipe de cuento de hadas. Tenía los ojos de un color azul tan intenso que al mirarlo me adentraba en un océano tan grande que no se podía ver el final.
Me hubiera gustado hablarle pero estaba de tan mal humor que preferí marcharme. Al pararme tropecé y caí por las escaleras. Fue un escándalo. Todos hablaban de lo mal que me veía y el dolor crecía tanto que no soportaba su intensidad. No podía pensar en otra cosa. Ahora estoy en el hospital esperando que el Doctor pueda atenderme…
17 de Septiembre de 2007
¡Sí, querido diario! Nuevamente 17 de septiembre. Para que puedas entender todo esto, comenzaré a narrar mi historia desde el momento en que el Doctor me atendió. Él, muy serio, me examinó la pierna y solo me dirigió la palabra para decirme que me debía operar. Mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido, se me subió la tensión y tuvieron que llevarme a la sala de emergencia. Me encontraba en estado delicado.
Cuando ya no me quedaban esperanzas, sentí en mi bolsillo el reloj, lo saqué y recordé las palabras de mi abuela: - Cuando todo parezca andar mal, con una vuelta lo haz de arreglar. Lo abrí, giré las agujas y mi día volvió a comenzar una vez más.
Al levantarme sentí algo diferente en el ambiente. La magia del humor nos cubrió a todos y mi día cambió por completo. Bueno por lo menos yo lo ví así.
Cuando llegué a la universidad le hablé con humor a uno de los estudiantes, casualmente le había tocado en el mismo salón que a mi. Así que fue entretenido encontrar el salón juntos. Al llegar, me presentó algunos amigos y me sentí muy cómoda hablando con ellos.
Luego entró la profesora y comenzó la clase con una dinámica para conocernos. Era muy interesante oír las historias de cada uno de los estudiantes. En seguida comenzó la clase y la verdad seguía sin entender casi nada así que me atreví a decirle a la profesora que veía todo como en chino. Ella sonrió y pensó un rato. Sacó unos dibujos de su cartera, eran comics, que explicaban todo desde una perspectiva diferente y divertida. La clase dió un vuelco, todo fue más agradable y fácil de memorizar.
El día marchaba bien, hasta que la profesora me mandó a pasar al pizarrón. Por un momento sentí pánico, pero tranquilo diario. La magia no tardó mucho en hacer efecto y la profesora dijo “Vamos, que yo tengo hambre pero no me gusta comer estudiantes”, en ese instante no pude evitar sonreir, me relajé, liberé tensiones y las ideas comenzaron a fluir en mi cabeza. El problema estaba tan fácil que lo resolví en seguida. ¡Que éxito!
Se terminó la clase y recordé aquellos ojos azules. ¡Tenía que volverlos a ver! Buscando entre la gente los encontré…
Recargue un poco mis intentos chistosos y me atreví a preguntarle qué hacía un príncipe tan apuesto fuera de su cuento de hadas. Y él me respondió : “¿Qué hace un ángel tan tierno tan lejos del cielo?” No lo podía creer, era como un sueño, hasta que volteé y caí por las escaleras.
¿Creías que el humor no me dejaría caer? Yo también lo creía, sin embargo así fue. Cuando llegué abajo vi una extraña hormiga azul y el dolor comenzó de nuevo. El príncipe corrió hasta donde yo estaba y me dijo que era un ángel muy bonito pero que debía aprender a aterrizar mejor. Fue una bonita forma de decirme “fijate por donde caminas”, aún así, me dió mucha risa y supe que debía aprender de mis errores.
Me llevaron al hospital y entre bromas de mis compañeros el dolor ya no era tan intenso. Las risas tenían un efecto anestésico y distraían a mi mente del dolor. El Doctor fue muy simpático, luego de conversar conmigo y examinarme me dijo que tenía dos buenas noticias y una mala. Las dos buenas eran que no iba a morir y que tendría la oportunidad de caerme de nuevo. La mala era que me debía operar, sin embargo no era nada grave. Me sentía más tranquila y estaba contenta porque el príncipe me vendrá a visitar.
Mi día con humor salvó mi vida y ahora me doy cuenta la importancia que tiene sobre el rumbo de ella. Aplicar un buen humor nos permite vivir sin tantas complicaciones, más despejados, nos puede cambiar totalmente la perspectiva de las cosas y facilitar nuestro desenvolvimiento en ella. Tanto en el ámbito social como el académico o profesional. Tal vez sea un poco forzado usar el humor al principio, pero si hacemos el esfuerzo podemos entrar en un ciclo en donde el humor no tenga fin.
Debo agradecerle a mi abuela por sus grandiosos consejos y por el reloj…. Que ahora no encuentro. Me pregunto si todo esto realmente sucedió o solo fue un sueño. Después de todo las hormigas azules no existen…
De todas formas dejaré unas fotos por acá con mis nuevos amigos para recordar los buenos momentos en el futuro 😃.
yyyyyyy....
¿Querías una foto del principe azul?
Yo también diario, yo también...
Referencias:
José. R. Fernandez y Shenny Poletti. Trabajo de grado “Las estrategias del humor”
Suhail Marval, El humor. ¿Arma de destrucción o de construcción?, 2008.
Aquiles Nazoa, “Los humoristas de Caracas: antología Nazoa”, Caracas, 1972.
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jajajaja buenos recuerdos de la USB!! que cool!