porque son tan especiales, que vale la pena hacerlas inolvidables.
Por fortuna solo ella, su marido y aquella amiga de la infancia eran los únicos seres vivos de la casa. Durante un instante había temido que aquel batallón de gente quisiera pernoctar con ellos, dándole así más trabajo durante el fin de semana. Se sintió afortunada al comprobar que no había sido así. Alejó toda idea que le recordase servir y atender invitados de su cabeza; cansada como estaba, en lo único que pensaba era en meterse en la cama con su marido.
Él siempre sabía cómo relajarla, lo que ella necesitaba en el momento preciso.
Dando la última vuelta a la casa para verificar que todo estuviera en orden se topó con su amiga. La chica, absorta en su faena, no dio cuenta de su presencia.
Un leve tirón en los pezones la sacó de aquella especie de ensoñación. Su marido acercándose desde atrás, la había estado observando.
—Te excita ver como se masturba, ¿verdad? — le susurró al oído antes de morderle el lóbulo de la oreja.
Ella asintió con la cabeza sin emitir un solo ruido; no quería perturbar el éxtasis de aquella mujer.
Sus gemidos rompieron el silencio unos segundos y ella sintió la humedad empaparle las bragas.
Tomándola desde atrás en un abrazo apasionado, él la empujaba acercándola al sofá. En ese instante su amiga abrió los ojos. Desperezándose como una gata, se estiró y sonrió con satisfacción.
—Espero no te hayamos molestado —le dijo él asumiendo una actitud entre discreta y reservada.
—En lo absoluto —respondió ella—. Ha sido un orgasmo delicioso y ahora más que sé que lo habéis disfrutado vosotros también —y se puso en pié, medio desnuda como estaba.
Ella intentaba disimular la tensión, pero todo fue en vano.
—Estás demasiado tensa —le dijo extendiéndole la mano—. Yo sé lo que necesitas —y en un movimiento grácil y sensual, la llevó a sentarse en el sofá donde se había estado masturbando minutos antes.
Su marido intercambió una mirada cómplice con aquella mujer, pero ella no se percató.
En cuestión de segundos, su marido la vendaba y su amiga le ataba las manos por detrás de la espalda.
—Todo está bien cariño —le dijo su marido, acariciándole los pechos, pellizcando con delicadeza sus pezones erectos.
Ella se relajó solo un poco; la perspectiva de estar a merced de ellos, era una sensación desconocida y abrumadora.
Unos dedos ágiles y habilidosos comenzaron a explorarla. Era una sensación distinta a la que le solían producir los de su marido. Se sorprendió a sí misma gimiendo de placer.
—Eso es nena, disfruta y relájate —le dijo su amiga, moviendo los dedos de forma habilidosa acelerando el ritmo, logrando en fracción de segundos provocarle un delicioso orgasmo.
Relajada y dispuesta como estaba, abrió las piernas y se entregó a la exquisita sensación que le provocaba aquella lengua.
—Estás tan mojada, amor —Escuchó que le decía su marido, mientras unos labios succionaban y mordían a la vez su clítoris y sus pezones.
La excitación fue en aumento al percatarse que ambas lenguas se movían y giraban casi sincronizadas. Era incapaz de dejar de gemir y solo lo hizo cuando su marido, ya con el miembro erecto, rozó suavemente su boca, en señal de lo que deseaba.
Sin perder el tiempo, se impulsó hacia arriba para apoyar su cuello sobre el posa brazos y abrió la boca humedeciendo los labios con la lengua en una señal cargada de intenciones que, su marido jamás había visto en ella.
Preso de la excitación, se dejó engullir sintiendo el anhelo de aquella boca. Ella chupaba, lamía, mordisqueaba, una y otra vez, intentando coordinar sus movimientos con los de aquella lengua, aquellos labios que la devoraban como nunca pensó que se pudiera hacer.
Imposibilitada para gemir, su cuerpo se retorcía con cada lamida, con cada embestida. Cada vez con más fuerza su marido jadeaba y gemía, y la irrumación no se detenía, por el contrario a cada segundo aumentaba la frecuencia y la intensidad de las embestidas.
A punto del clímax, de su garganta brotó un sonido gutural, en señal de lo que ya venía. El sabor del semen de su marido le invadió los sentidos y tragó por instinto, por el mero placer de sentir sus intensos gemidos.
Aún excitada en brazos de su marido, la sensación de que aquello solo era el principio, no la abandonaba.
Con suavidad le desataron las muñecas algo doloridas, tan solo para atarla de nuevo, ahora al espaldar de la cama.
Un nudo de incertidumbre se le formó en la boca del estómago al imaginar qué le haría aquel par. No tuvo que esperar demasiado para darse cuenta.
En apenas un par de movimientos se encontraba a horcajadas sobre su marido que, la penetraba con frenesí, elevando sus caderas sosteniéndola por la cintura, para luego dejarla caer. La mezcla de dolor y placer la excitaba y aturdía al mismo tiempo. Las muñecas le escocían, el ardor que se extendía desde su vientre le aceleraba provocándole un anhelo difícil de controlar; no tardó en tener otro orgasmo.
Sin dejar que se recuperara, siguiendo el ritmo que marcaban sus jadeos, su marido siguió entrando y saliendo.
—Así, así… fóllala así... dáselo todo, así… —decía su amiga, acercándose por detrás.
Había olvidado por completo que no estaba a solas con su marido. Un pensamiento cruzó su mente un instante, amenazando con avergonzarla. Como si aquello hubiera sido una señal de algún tipo, su marido la dejó caer una vez más elevando sus caderas con fuerza para hundirse en ella. No pudo evitar emitir un pequeño gritito por la sorpresa. Sosteniéndola por la cintura contra su cuerpo, su marido le impedía moverse.
Aprisionada como estaba, no pudo prever lo que se venía.
Con su marido hablándole sucio al oído, disfrutando el palpitar en su interior, sintió de pronto una mano que la incitaba a inclinarse hacia adelante, dejando sus nalgas a merced de aquella lengua traviesa, que la exploraba con experticia.
Su primer instinto fue el de contraerse. Al hacerlo, la sensación de ardor y excitación se intensificó y tanto ella como su marido gimotearon y jadearon casi al unísono.
La Lengua dio paso a una boca que chupaba y besaba sus nalgas y se iba abriendo paso por detrás.
Se sintió expuesta y vulnerable. Una lucha interna entre la vergüenza y la lujuria no le dejaban pensar con claridad. Su cuerpo parecía cobrar vida propia y eso la desconcertaba.
—Mmm —era lo que escuchaba de aquella voz femenina, cada vez que ella gemía y se contraía de forma involuntaria.
Sin poder resistir más, su marido comenzó a moverse dentro de ella. Era como si intentara ir más y más profundo.
Con cada empuje sentía como unos dedos la invadían por detrás, con suavidad, despacio, abriéndose camino entre sus nalgas.
La sensación la comenzaba a sobrepasar. Su vagina y su ano se con traían y ella no los podía controlar.
Por un segundo aquellos dedos le dieron descanso, dejándola a merced de su marido. Excitado como estaba, comenzó a follarla con fuerza. Entraba y salía, alzaba sus caderas y la dejaba caer.
Cada movimiento le hacía sentir más fuerte el amarre en las muñecas.
—Qué rico veros disfrutar —dijo su amiga, mientras su marido,
excitado y jadeante no dejaba de tocarla.
—¿Te gusta? —preguntó él con la voz entrecortada por la excitación y el esfuerzo.
—Muchísimo —respondió ella, acercándose nuevamente a sus nalgas.
—¿Te apetece? —preguntó él de vuelta, mientras la penetraba sujetándola por las caderas.
—Sí… será un verdadero placer —respondió su amiga, mientras le acariciaba con exquisita lentitud, provocando que se mojara un poco más.
Ella esperaba una invasión dolorosa y quizá violenta, tal como se veía en esas pelis pornográficas; pero no fue así. Su amiga comenzó a penetrarla despacio, mientras le susurraba y le acariciaba, para que ella se relajara.
—Así, así nena… ¿Ves que rico se siente? —le decía una y otra vez, mientras su marido jadeaba cada vez que ella avanzaba.
Pestañeó varias veces por la intensa sensación que estaba experimentando. Su marido se movía bajo ella, mientras su amiga la penetraba por detrás con aquel juguete que todavía no había utilizado. La verdad lo había comprado pero aún no se había animado a usarlo. Tenía que ser honesta consigo misma, el placer que aquella doble penetración le ofrecía, le fascinaba. Gimoteando, se dejó arrastrar por el éxtasis. Su vagina y su ano se contraían de forma involuntaria, cada vez que alguno avanzaba en su interior.
—No puedo más —murmuró su marido—. Necesito… necesito… Voy a correrme —jadeaba con la voz ronca por la excitación.
—Espera solo un poco y estará lista —dijo su amiga intentando que se controlara.
—No puedo… no puedo… No puedo más —decía su marido, presa de la ansiedad.
Sentía la turgencia y la pesadez abriéndose paso entre sus piernas. Apretó las nalgas y tensó todo su cuerpo intentando controlar las ganas de correrse.
—No te muevas —le ordenó su amiga, mientras sacaba el juguete, despacio.
La presión que estaba sintiendo había disminuido, pero ella sabía que su marido estaba cerca de alcanzar el punto de no retorno. Lo sentía dentro de sí, duro, palpitante, llenándola por completo. Su amiga la desató y mientras le hablaba, le ayudaba a cambiar de posición, explicándole dónde y cómo debía apretarlo para detener la eyaculación.
Cuando lo sintió más relajado retiró la mano. Sin embargo, él la deseaba tanto que, en lugar de quedarse tendido esperando un poco más para relajarse, tiró de ella y la besó de forma apasionada. Sus cuerpos se rozaban con sensualidad. Con la voz ronca al extremo, su marido le susurró al oído. Ella se estremeció y asintió con un movimiento de cabeza. Acostada sobre él, se giró para quedar boca arriba apoyando su espalda en el torso de su marido, que respiraba intentando mantener el control. Con movimientos cargados de ternura fue descendiendo por sus caderas hasta rozar sus nalgas y separarlas para hacerse espacio; entonces, con firme precisión la fue penetrando por detrás.
La sensación fue deliciosa. Su marido se deslizaba en su interior una y otra vez. Profundo, despacio.
—¿por qué no habíamos hecho esto antes? —pensó un instante, antes de entrelazar sus manos con las de él.
—Oh, sí… oh, sí… qué divino, cariño —le repetía él al oído, haciendo que se le erizase la piel.
Volvió a estremecerse cuando su marido comenzó a sincronizar el movimiento de sus caderas con las manos, que acariciaban sus pechos jugando con sus pezones. Distraída por las caricias y por su marido, no prestó atención a su amiga, que con suma delicadeza le separaba las piernas invitándola a levantar los pies. El cambio de posición la dejó expuesta.
Su marido comenzó a jadear y gruñir cada vez más rápido, mientras ella jadeaba y gimoteaba al sentir cómo volvía a ser penetrada por partida doble. La presión esta vez era casi insoportable. El roce la enloquecía y nunca fue más consciente de cómo su vagina se iba abriendo, expandiendo, abrazándose alrededor de aquel juguete, colmándola incluso más que su marido.
Sintiéndose liberada de prejuicios, se llevó dos dedos y comenzó a acariciarse; algo en su interior que apenas reconocía la impelía a ir más allá. Su marido se acercaba al clímax de forma vertiginosa. Ella lo sentía más turgente y por un instante creyó que estallaría de verdad.
Empujando con una rapidez que no habría esperado sobre todo en su marido, se abandonó por completo al mar de sensaciones.
—Cariño… —murmuró su marido entre jadeos, abandonándose por fin al placer que le proporcionaba poseerla de aquella manera.
Sintió el orgasmo de su marido elevándola un poco más hacia la cima.
Su amiga aceleró los movimientos y se inclinó rozando su clítoris con la punta de la lengua haciéndolo de tal manera, que sintió como aquel orgasmo estallaba en su interior como un volcán.
Satisfecha como nunca antes, con su marido aún dentro de ella disfrutando de los últimos vestigios del orgasmo escuchó a su amiga decir:
—Espero te gustara mi regalo, Feliz aniversario, nena.
¡Gracias por visitar mi blog!
Espero que hayas disfrutado esta nueva entrega y que vuelvas pronto.
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¡Hasta la próxima!
Con esta entrega llegamos al final de Pasión Y Placer. Pero si quieres disfrutar de toda la serie, puedes visitar el resto de entregas en los siguientes enlaces:
- Pasión y Placer I. Romance entre Dos Extraños
- Pasión y Placer II. Expiando Sus Pecados
- Pasión y Placer III. Inolvidable Celebración
- Pasión y Placer IV. Fantasías Diurnas
- Pasión y Placer V. Una Noche Más Que Buena
- Pasión y Placer VI. Un Estudiante Muy Soñador
- Pasión y Placer VII. Por El Placer De Mirar
- Pasión y Placer VIII. Jugar Con El Poder Tiene Consecuencias
- Pasión y Placer IX. Incursión Nocturna