Suena la alarma. Rápidamente se apaga. Son 5 minutos donde la suposición del día pasan por la mente, suficiente tiempo para analizar las posibilidades. Se levantará en medio de la oscuridad y el frío de la mañana, saldrá de la habitación directo al baño, se verá en el espejo. Su cara de trasnocho es evidente. Después de usar el baño, seguirá con la preparación de su desayuno. Hacer su comida es una de las cosas que más le gusta porque le permite concentrarse en algo y al mismo tiempo pensar en todo. En el proceso piensa en sus deberes, las cosas que debe estudiar, los exámenes que debe presentar, la comida que debe comprar, en la parada en la que debe estar lo antes posible porque el transporte público se ha agravado de tal manera que pasarán sólo 2 buses en los próximos 30 minutos que lo lleven a la universidad. Obviamente no es el único que tiene que ir a la universidad. Una parada abarrotada, espera conseguir. 

Termina de hacer su desayuno, lo guarda. Usualmente desayuna en la universidad para así salir antes de su casa para poder estar más temprano en la parada. Se cambia y mete todo lo necesario para el día en su bolso. Su almuerzo, su desayuno, los libros que necesitará ese día, una gorra, un suéter y su cartera. Al ver su cartera recuerda que debe buscar efectivo, ese animal mítico que hay que cazar durante días y semanas para conseguir. Al estar todo preparado, se coloca el suéter y sale a la calle. El cielo se ve estrellado. La noche más oscura es justo antes del amanecer. Se dirige sin vacilar a la parada. De su hogar a la misma hay un trayecto largo y en bajada. En el camino sigue pensando en cómo conseguirá la parada, si estará llena, vacía, si pasarán buses, si tendrá que esperar una hora o más para poder irse a la universidad guindando de una puerta donde la brisa fría congele sus pensamientos. Todo eso se le viene a la mente.

Llega a la parada. Como se imaginó, está llena de gente con la misma necesidad de transporte a sus respectivos trabajos y obligaciones. Se puede notar la desesperación en las caras de las personas que allí esperan. Pensando en lo tarde que llegarán al trabajo, el problema que su jefe les puede causar, en lo tarde que pueden llegar a una clase importante de la universidad, lo tarde que llegarán a una consulta médica. Todas esas cosas se le notan a las personas en la cara y la desesperación no sólo se refleja en sus caras, también en sus movimientos. Caminando de aquí para allá, parándose cada vez más cerca de la calle para poder visualizar mejor si se acerca algún bus o hasta quedarse viendo al vacío resignados de su realidad.

Suena la alarma. Son las 5:05 A.M.