Caminando sin rumbo por la singladura,
dudas invaden la mente del andariego
un piso poco firme y la vista hacia el cielo,
la batalla empieza cuando se detiene el paso.
Una guerra empieza, dejando a todos sin piezas,
el destino se tropieza con el empredernido
un guerrero con una sola mano, el lápiz
es su escudo y espada.
Mientras sangre se derrama, el escribe de amor
la envidia gana y abraza, el desinterés es su fuerte
predicando amor en tiempos de odio,
la sangre del indefenso cubre el suelo,
y el solo quiere tener lleno su tintero
dejando grabado su fuerte, escribir
regalando poemas, historias, para
dejar por toda la eternidad su dádiva
de la escritura a la poesía.