El espantapájaros que no conocía los cuervos - Mini Fábulas

in #spanish7 years ago

Hace mucho tiempo existió un maizal no muy grande, pero productivo, y algo alejado de la civilización, en el cual habitaba un hombre quien recogía las mazorcas y las vendía en el pueblo, y en ello consistía su medio de vida. El centro del maizal estaba ocupado por una pequeña casa blanca con techo de tejas y ventanas de madera en la cual residía. Aquel hombre vivía siempre atareado, pues tenía que cubrir todas las labores en el maizal él solo, cosa que no parece tan difícil, podría usted pensar, pero que conlleva mucho más trabajo del que parece a simple vista.

Siempre había algo qué hacer. Sembrar, cosechar, regar, fumigar, atender los quehaceres de la casa, entre otras tareas que lo mantenían constantemente ocupado. Además de esto, por supuesto, el hombre necesitaba dormir, y también necesitaba ir al menos dos días a la semana al pueblo a entregar su mercancía.

Todo lo mencionado deja una incógnita: ¿Cómo cuidaba el hombre del maizal en los momentos en que no podía vigilarlo?

Astuto, había resuelto colocar varios espantapájaros en diversos lugares de su tierra, de forma de que las aves, y especialmente los cuervos, no picotearan y estropearan su cosecha. Además, le colocó nombres a cada uno de ellos, y les dio órdenes directas de espantar a toda ave que se acercara sin vacilar, pero sobretodo les dijo que nunca, pero nunca hablaran con los cuervos. Si hacían así como se les había dicho, todo iría bien e incluso serían recompensados.

Un día por la mañana el hombre salió al pueblo a llevar una carga de maíz, y se despidió como usualmente lo hacía de sus espantapájaros; con un cariñoso saludo, luego del cual añadió:

– Recuerden muy bien que este mes los campos están más cargados que de costumbre. Ya saben lo que deben hacer. Volveré mañana luego de que amanezca así que estén muy atentos. ¡Adiós! ¡Confío en ustedes chicos!​

Y así se fue con su carreta cargada de maíz, halada por un hermoso caballo, y los espantapájaros lo observaron hasta que se perdió en el horizonte.

Esa tarde, Tommy –uno de los espantapájaros más jóvenes– avistó un cuervo acercándose, era el primero que había visto y sentía curiosidad por ver cómo eran en realidad. Tommy no entendía por qué los otros espantapájaros e incluso su amo hablaban de esa forma de ellos. ¿De verdad eran tan malos? ¿Eran todos iguales? Quizá podría averiguar un poco sin que pasara nada, pensó.

– Craaa Craaa –dijo el cuervo posándose en una valla cercana a Tommy– Hola. Soy Crau, ¿y tú?
– Me llamo Tommy… –dijo algo inseguro– Eres un cuervo ¿no?
– Craa, así es, de los más inteligentes –respondió Crau de forma amistosa– ¿Y tú? Me resultas curioso.
– Soy un espantapájaros –replicó Tommy– de los mejores que hay. Me encargo de cuidar el maizal de las aves. No estarás buscando comida aquí ¿verdad?
– ¡Para nada! –respondió Crau– No me gusta el maíz. Me gustan más las manzanas.
– Ya veo. Entonces ¿a qué viniste? –preguntó.
– Voy camino a casa. Me detuve a conversar porque nunca había visto a alguien como tú.
– ¿De verdad? – respondió Tommy intrigado.
– Sí, ¿Te gusta jugar? Puedo enseñarte algunas cosas – Dijo Crau.
– ¡Claro! – Dijo Tommy con interés – siempre juego con mis hermanos.​

Mientras ellos conversaban y jugaban, una bandada de cuervos asaltaba sigilosamente la parte del maizal que le correspondía cuidar a Tommy, llevándose gran parte del maíz. Casi al final del asalto, Tommy notó el movimiento de las aves entre las plantas.

– ¡Hey! ¡¿Qué están haciendo?!​

Crau salió volando rápidamente al ver que Tommy se había percatado del robo.

– ¡Me engañaste! – Dijo Tommy.
– Lo siento chico, hay que alimentar a la familia – Respondió Crau mientras se alejaba volando junto con los otros cuervos.​

Tommy se sintió triste, traicionado, incluso se sintió como un tonto por haber desobedecido las instrucciones que se les había dado, tanto así que imaginó que sería castigado gravemente, y que decepcionaría a todos sus hermanos y a su amo. Incluso pensó que no merecía ser un espantapájaros, y que el maizal estaría mucho mejor sin él.

Salió corriendo por el camino de tierra y continuó sin ver atrás, pensando en que ya nunca más vería a sus amigos ni a su amo. Corrió hasta cansarse y entonces empezó a caminar. Siguió sin detenerse hasta que cayó la noche y finalmente, exhausto, se dejó caer sobre una roca al lado del camino para poder descansar hasta el día siguiente. Antes de dormir pensó en lo mucho que extrañaría a todos, en cómo había fallado y que seguramente nunca lo perdonarían. Deprimido, lloró hasta quedarse dormido.

Al despertar por la mañana, escuchaba los hermosos cantos de las aves, pero éstos no hacían más que recordarle su infortunado suceso. Viendo a su alrededor, observó un pelaje rojizo viniendo hacia él. Un zorro, cuyos ojos no reflejaban buenas intenciones, se acercaba rápidamente.

Tommy entró en pánico y empezó a correr a toda velocidad por el camino. El zorro lo perseguía ahora más rápido, decidido a probar con sus dientes de qué estaba hecha esa cosa que nunca había visto. Tommy veía todo pasar muy lentamente mientras corría por su vida, recordó los buenos momentos que había pasado con su familia, pensó en lo que había pasado la noche anterior, y cómo estaba ahora metido en esta situación que amenazaba su vida.

Eso era todo, así era como iba a acabar, en la boca de un zorro hambriento después de haber vivido la peor deshonra, este era el final de un joven espantapájaros con muy mala suerte, pensó Tommy.

Con lágrimas mojando sus pestañas, Tommy corría con los ojos cerrados dando por seguro que este sería su fin, cuando escuchó una explosión sonar de no muy lejos más adelante en la vereda.

Era su amo, que con su escopeta había ahuyentado al zorro, y bajó de su caballo para recoger a Tommy, preocupado e intrigado al ver a uno de sus espantapájaros solo y lejos de casa.

Después de haber escuchado lo sucedido, cargó a Tommy entre sus brazos y lo subió a la carreta.

– Tommy, cometiste un error, pero no por eso voy a enojarme contigo – Dijo su amo – y nunca querría que te fueras de casa.
– Eso quiere decir que… ¿me perdonas? – Dijo Tommy.
– Por supuesto que sí. Y lo que es más, no estoy decepcionado de ti, porque sé que de ahora en adelante lo harás mejor.​

Tommy se sintió muy feliz y pudo volver a su hogar, en donde fue un excelente espantapájaros el resto de su vida.

El gran error de Tommy no fue haber desobedecido, sino haberse dado por vencido y huir de las consecuencias. Tommy entendió eso, y también aprendió que no siempre se tiene la misma suerte; si su amo no hubiese llegado a tiempo, probablemente habría perdido la vida.

Muchas lecciones pueden extraerse de este pequeño relato, pero sin dudas la más importante es que peor que tropezar y caer, es no levantarse.

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Me encantó el relato y la moraleja no me la esperé, cumpliste el cometido, me hiciste viajar ... Gracias .

Gracias! Me alegra que la hayas disfrutado (: