Espero que se encuentren muy bien hoy. En esta nueva entrega de los Cuentos Alfabéticos del Gato, les traigo el cuento de la letra H. Lo tengo escrito desde hace meses y estaba muy ansiosa de publicarlo ya que ¡está divertidísimo!
Espero les guste, con ustedes:
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo en el infra mundo, Hades estaba poniendo todo el infierno patas arriba, molestando tanto a las almas que disfrutaban en los Campos Elíseos como distrayendo a los pecadores que sufrían en el Tártaro. Maldecía por doquier y echaba fuego y humo en los Asfódelos, como si no hubiera ya suficiente neblina.
Caronte, el navegante del lago Estigia, debió esperar en la orilla externa hasta que el fuego se extinguiese, pues de otro modo las almas hubieran muerto calcinadas. Sí, las almas también pueden morir calcinadas si estamos hablando del fuego de Hades.
Pero, ¿Qué cuernos le había pasado a Hades para ponerse en tal estado de furia y ansiedad?
Verán, debido al corte de presupuesto, el personal del infra mundo había sido recortado, la burocracia funcionaba más lentamente que nunca y en resumen todo mundo estaba siendo incompetente. Figúrese usted, que hasta tuvieron que enviar un comunicado a los vivos informándoles de que a partir de ahora, todos los muertos debían descender al lago Estigia no con una, sino con dos monedas, para así poder cubrir con los gastos de mantenimiento del barco de Caronte, su sueldo (el pobre demonio trabajaba horas extra) y por supuesto la manutención de Cerbero, el perro de tres cabezas que cuidaba la entrada al reino de las sombras. El pobre animal había ya perdido media tonelada de peso pues el Estado ya no se podía permitir costear los costos de héroes y aventureros vivos procreados específicamente para el, con las vitaminas y proteínas necesarias para la salud de una criatura mitológica canina de esta índole.
Así pues, la situación en el Infra mundo no era precisamente un campo de rosas.
Tampoco había para las uvas de primera calidad para las almas llenas de virtud ni mucho menos para el mantenimiento de las máquinas de humo que, al desorientar eternamente a las almas que nunca supieron qué demonios hacer con su vida, le quitaban mucho trabajo a los jueces que pesaban los corazones de los hombres.
Incluso la maquinaria de tortura del tártaro estaba empezando a fallar. Tántalo por fin podía beber y comer hasta hartarse porque a la fibra óptica que detectaba sus movimientos se le había acabado la batería, y funcionaba con batería porque hacía tiempo que al infierno le habían cortado la luz.
Así pues, Hades estaba furioso. Todas las cartas enviadas al monte Olimpo habían tardado mucho en obtener respuesta y algunos comunicados ni si quiera habían sido respondidos.
— No es justo — bramaba Hades — El trabajo que hacemos para mantener el reino de los mortales libre de muertos es muy importante y ¡Nadie lo aprecia! Ya verá Zeus cuando tenga que empezar a rechazar muertos y estos se vean obligados a ir a dar pena en las casas de sus familiares, cuando tengan que conseguir trabajo para costearse su propio refugio, ¡Porque estas cavernas ya no dan para más! Quiero ver que hará Zeus con las almas de las personas que se esforzaron en no cometer malas acciones para poder emborracharse hasta el coma etílico ¡Por toda la eternidad! ¿Donde los alojará cuando ya no quede nada aquí? ¿Eh? ¿En el Olimpo? ¡Ya quisiera yo ver eso!
Y no hablemos del reciclaje de cuerpos, si no fuera por la planta de reciclaje de cuerpos del lago estigia este mundo estaría à rebasar de cadáveres! Cadáveres putrefactos tugurisando Atenas, construyendo sus propias casas ¡y fundando sus propios clubes! Pero ¿en qué está pensando Zeus?
— Oye Hades, ¿Y si vas tú mismo a visitar a Zeus y le explicas amablemente lo que está pasando? ¡Tal vez así te ayuda! Piensa que allá arriba también tienen asuntos importantes que atender.
— ¿Ir al monte Olimpo? ¿ir al monte Olimpo? ¡Pero qué clase de idea tan... Descabellada, disparatada, y, y... Genial se te ha ocurrido Perséfone! ¡Claro! ¡Eso es! Iré al mismísimo monte Olimpo y Le pediré... No, le exigiré a Zeus que nos dé el presupuesto que necesitamos ¡Para hacer funcionar esta cloaca infernal!
— Bueno, yo me refería a una visita diplomática, ¿Sabes? Amable y cortés, estoy segura que si se lo pides con cariño Zeus no tendrá ningún problema en...
— ¿Cariño? ¿Cariño? Pero ¡qué cosas dices!, Esto es un asunto de estado, un asunto de política, ¡No hay lugar para el cariño! Debemos mostrarnos fuertes y con carácter ante el enemigo, debemos intimidarlo y mostrarle quién manda…
— Pero Hades, Zeus es el rey de los dioses…
— Si, si, ya lo sé. Nos ha timado a todos, para haberme enterrado aquí hubiera dejado tranquilos a los Titanes.
Y mientras discutían de todo esto, Hades y Perséfone se preparaban para darle una visita sorpresa a Zeus.
De pronto, Hades empezó a correr frenéticamente de un lado a otro de la habitación, con los ojos desorbitados.
— ¿Y ahora qué te sucede Hades?
— No está… ¡No está mi hacha! ha desaparecido! ¡El hacha de plata que Hefesto me regaló el día de nuestra boda! ¡Nooooooooooooo!
Y se rasgaba las vestiduras mientras gritaba su ¡Nooooooooooooooo!
— Ay cuánto drama haces por un trozo de chatarra oxidada. Seguro que Hefesto ya ni se acuerda que te la dio. Tenemos asuntos más importantes que atender ahora.
— Cómo se nota que no conoces a Hefesto. Será lo primero que me preguntará en cuanto me vea atravesar los portales dorados del Monte Olimpo: ¿Dónde está el hacha que te regalé Hades? ¿Las has cuidado bien Hades? ¿La has afilado como te enseñé Hades? ¿Le has dado algo de uso Hades? Ya te digo yo que es un pesado.
— Bueno está bien — replicó Perséfone con un suspiro. — Vamos a encontrar esa hacha y la llevarás contigo al Monte Olimpo, tal vez así le das buena impresión a Hefesto y nos ayuda a convencer a Zeus de devolvernos el presupuesto.
— ¡Buena idea Perséfone, esa sí que es una excelente idea!
Y así Hades mandó inmediatamente a poner a todo el infierno patas arriba otra vez, tan solo para encontrar la bendita hacha. Todos los demonios y todas las almas fueron apremiadas a unirse a esta delicada misión.
Se buscó el hacha por todos los rincones de los campos elíseos, cosa que, debido a las deliciosas distracciones de este lugar de ensueño, tardó mucho tiempo, más o menos unos 200 años humanos. Pero eso no importa, recuerde mi estimado lector o lectora, que los dioses son eternos y tienen literalmente todo el tiempo del mundo por delante.
Pero el hacha no estaba en los Campos Elíseos.
A continuación, todos los demonios y criaturas infernales se dirigieron hacia el Tártaro. Entre la maquinaria de tortura y los gritos de dolor, se inspeccionaron todos los rincones, todos los meollos, todos los huecos y hoyos posibles, se interrogó a los reos, con el fin de encontrar el preciado utensilio.
Pero nadie supo dar razón del hacha en el Tártaro tampoco.
Luego, todos los demonios y criaturas infernales se dirigieron hacia el bosque de Asfódelos. Esta fue la búsqueda más larga, ya que nadie se ha atrevido aún a cartografiar esta zona, y quien se pierde está condenado a vagar ahí por toda la eternidad. Un grupo de valientes demonios fue enviado con un GPS de última generación para ver si por casualidad el hacha se le habría caído a Hades en este lugar durante la última inspección de las máquinas de humo.
Pero allí tampoco se encontraba el hacha.
Finalmente se inspeccionó el lago Estigia y la planta de reciclaje de cadáveres. Mientras Caronte inspeccionaba de mala gana las aguas, los demonios se llevaron a Cerbero para olfatear la zona con el fin de rastrear el preciado objeto. Esta fue la búsqueda más problemática. Las almas recién llegadas protestaban porque no tenían tiempo que perder (aún no se han acostumbrado a lo que es la eternidad) y algunas se quejaban de que ya les habían arruinado la experiencia.
Pero todo fue en vano, pues el hacha tampoco apareció en la zona del lago Estigia.
De repente, y como para ganarse el odio de todos, a Hades por fin se le prendió el foco y recordó el lugar donde él mismo había guardado su hacha unos cuantos siglos atrás.
— ¡Es verdad! — Exclamó — ¡Ya lo recuerdo! Yo mismo la había guardado en el fondo de mi armario más o menos un milenio atrás. Ya pueden todos volver a sus puestos, todo esta en orden.
Y dicho esto, se dirigió a su armario del cual sacó una enorme y preciosa hacha de plata finamente tallada.
Un abucheo general y estentóreo no se hizo esperar en todos los rincones del infierno.
Y así fue como Hades por fin, al encontrar su hacha, se fue con Perséfone al Monte Olimpo, se ganó la ayuda de Hefesto, quien intercedió por él ante Zeus, y consiguió recuperar el presupuesto para devolver al Inframundo sus años de gloria.
Pero mantuvo el precio de entrada para las almas de los muertos en dos monedas en vez de una… solo por si acaso.
Que bello tu cuento... me gustó mucho!!! Felicitaciones por ese arte literario que tienes.
gracias :)