Después del primer impacto pude saborear la sangre en los confines de mi boca. De manera arrogante y retadora miré a mis agresores. Casi sentí pena al ver tanta crueldad en tan juveniles rostros.
-Llame a sus parientes y pida el dinero del rescate- exigió con un acento bastante tosco. Era el único de mis dos captores que parecía tener un leve conocimiento de mi idioma. Le repetí una vez más, con aire cansado de tener que repetírselos tanto:
-Ya se los he dicho, no tengo familia ni amigos, no tengo a nadie...- ya me esperaba el siguiente golpe, solo que esta vez utilizaron de manera rabiosa el rifle contra mi estómago. Yo no mentía, de verdad no tenía a nadie. Mis padres murieron cuando era muy joven y aún a mis 34 años no había tenido la oportunidad de conocer al amor de mi vida.
Mi trabajo es muy demandante, siempre teniendo que viajar de un lado a otro. Es gracias, precisamente a mi trabajo que me encuentro en esta situación. Llegué a Namibia hace un mes para realizar un reportaje sobre la trata de personas, ya que en esto consiste mi trabajo, soy reportero de lugares de riesgo. Todo iba bien, o al menos eso pensé. Pero ciertos grupos, no muy amigables, lograron notar mi presencia, aunque siempre intento ser cuidadoso y jamás en el pasado tuve inconvenientes.
Y aquí estoy con dos miembros de ese grupo, que es el mismo implicado en la trata de personas. Quizás debería intentar conseguir una entrevista pero presiento que no se lo tomarían bien. Durante mi investigación en este corto periodo de tiempo pude recolectar mucha información de este grupo, se hacen llamar los Wakandianos. Al parecer el fanatismo a Marvel llega a los lugares más remotos. Son conocidos por torturar de manera violenta y sádica a sus enemigos. Qué suerte tengo!
Mis captores se exasperan por mis respuestas, me colocan un asqueroso saco en la cabeza para que no sepa donde queda su guarida. Lo curioso es que en realidad ya lo sé, gracias a mi investigación. Siento que soy empujado dentro de una estructura de metal y empiezo a escuchar un ruido ensordecedor, parece que estamos en un helicóptero. Pasado un tiempo, mis captores me vuelven a jalonear, estoy completamente seguro que aún no hemos aterrizado, pero sin más me tiran fuera del artefacto volador. Inmediamente siento el duro golpe cuanto el suelo, al parecer no nos encontrábamos muy alto. Escucho cómo el helicóptero se aleja, me concentro pero no hay señales de las voces que me han atormentado por cuatros días, acaso me han dejado libre?
Ansiosamente lucho contra las cuerdas que mantienen atadas mis manos. Una vez libres me deshago del asqueroso saco. Me encuentro en la llanura, en completa soledad. Lágrimas corren por mi rostro, finalmente soy libre. Inmediatamente escuché un ruido detrás de mí, volteé y lo vi. Allí oculto, casi imperceptible, un guepardo.
Tenía sus ojos fijos en mí, sabía lo que sucedería y empecé a correr como si mi vida dependiera de ello, y así era. Oía cómo sus poderosas garras se enterraban en la arena deseando alcanzarme con todos sus instintos. Sabía que no podría ganarle, la evolución lo había diseñado anatómicamente para correr. Pero según pude saber tenían una falla, no eran precisos en los giros y consumían más energía, y se cansaban rápido si su presa hacía giros cerrados, llegando incluso a tener la oportunidad de escapar. Así que eso hice, pero por desgracia no soy un antílope y la bestia seguía perseverante en su persecución. Mis piernas temblaban y mi pecho quemaba, ya no podría seguir así por mucho tiempo. Acaso iba a morir así? Esto sería todo? Un periodista olvidado en lo profundo de la llanura. Pues no sería así, al menos, no sin pelear. Me detuve en seco y volteé rápidamente a forcejear con tal brutal animal. Pude sentir cómo sus dientes se posicionaron en mi garganta, arrancándomela de un tajo.
Desperté, exaltado y con el sudor frío recorriendo mi espalda. Observé la hora, se me hacía tarde. Me dirigí al baño y tomé una larga ducha, tomé el casco y las llaves de mi moto, y sin más, conduje hasta llegar a un enorme edificio. Lo observé por largo rato y tomé un largo suspiro para darme el valor necesario. Una vez dentro subí unos cuantos pisos y anuncié mi llegada con la secretaria del lugar. Tomé asiento y esperé unos cuantos minutos hasta que escuché cómo se me llamaba por mi nombre. Crucé el conocido umbral de la puerta siendo indicado por la secretaria por mero formalismo. Encontré al doctor concentrado con varios informes sobre su escritorio, levantó la mirada y me miró con semblante serio y preocupado, para luego empezar a hablar sin titubeos.
-Así que lo has decidido... Vas a hacerte la quimioterapia?
-Sí... Después de todo, no puedo pasar la vida huyendo de la bestia.
Autor: @bridareiven
En honor a todas esas personas que luchan día a día contra el cáncer
Si desean estar al tanto de mi nuevo contenido, los invito a unirse a mi canal Bridareiven en Telegram.
Muchas gracias por leer!
Buenísimo, me atrapó el relato, incluso no pude dejar de lado las cuentas en velocidad cuando se corre de un guepardo. Fue aterrador saber qué es el felino más rápido de la tierra y se debía correr por la vida! Gracias por tu interesante forma de escribir.
Sí, fue en definitiva una de las cosas que más me atrajo de los guepardo, el simple hecho de que estan diseñados para correr. Muchas gracias por leer, saludos.
buen relato me gusta leer aqui mi apoyo tienes un nuevo seguidor
Muchas gracias por el apoyo y por leer. Saludos
Un post fuera de lo cotidiano @bridareiven haces sentir el relato en primera persona!
Gracias me esforce mucho en transmitirles todas las emociones posibles. Saludos.