Hoy les contaré sobre una idea que se me metió en la cabeza hace un par de años y comenzó a crear un nido y cuna de muchas ideas, fue tomando forma y hoy, casi en minúsculo logré iniciarla.
“Yo tengo un sueño” es más que una frase célebre para mí, es una idea que me persigue y me exige a no abandonarla y todo surgió de haber entrado a una librería cafetería hace tres años y de enamorarme del aire que allí se respiraba. Ese día me dije “Yo quiero un negocio así” . Pero quién se imaginaría que al año siguiente la situación política y económica de venezolana comenzaría tal ruina…
Como los tiempos eran malos, decidí que aprovecharía el mal trance para aprender lo que pudiera sobre cómo hacer un negocio, porque yo soy docente investigadora y mi único paso por el comercio era atendiendo la bodega de mi mamá cuando era muy jovencita (hace miles de años) y lo único que sabía hacer era despachar y cobrar, pero tener un negocio es más que eso.
Hice un curso de repostería básico porque como en la librería a la que iba la pastelería dejaba mucho que desear y a veces fallaban los proveedores y uno se conformaba con tomarse el café con leche solo por estar relajado un rato en un espacio lleno de libros viejos y con una selección de música excelente. Para quienes han visitado la ciudad de Mérida, me refiero a la Rama Dorada, que actualmente se mudó de espacio a la calle 19.
La idea no es que yo haría los dulces, pero en mi imaginario me decía que si sé hacer los postres sería mejor decidir por buenos proveedores y en caso de emergencia hacer algunas tortas y tartaletas que suplieran la ausencia provisional.
También hice cursos de comida vegetariana, de elaboración de merengues y decoración de tortas, asistí a un Programa de Formación de Microempresarios y a varias Jornadas de Emprendimiento Gastronómico. Luego registré mi firma personal con amplitud para integrar algo más que libros y tés, café y postres, pensándolo como un centro cultural. Fui comprando “cositas”, juegos de té, teteras antiguas y otras antigüedades o elementos “viejos”, pero saben qué… nuestro país se vino a pique, ya mi sueldo no me alcanzaba ni para comprar comida.
Pero quien quiere puede y la frase “Yo tengo un sueño” no tenía la trascendencia que tuvo para Martín Luter King, pero era una broma mental que me hacía a mí misma para darme ánimo porque las calles estaban llenas de desesperación y un pesimismo absoluto. Seguí en mi isla mental y realicé un taller de Construcción de marcas que me hicieron pensar mucho en lo que realmente deseaba, en lo que me apasiona y en mis talentos. Este último taller me hizo ver qué es una marca personal, qué se debe tener en cuenta para construir una marca comercial y el poder de las redes sociales, no obstante yo mantenía mi sueño intacto porque me negaba a verme como marca personal hasta que un día pagué una asesoría con un amigo que entre muchas cosas es publicista y sentada a su lado me dijo “tú eres una marca personal, déjate de cuentos que una marca comercial, los que te seguimos lo hacemos porque lo que tú haces tiene un sello de excelencia y calidad que no se la da nadie sino tú, los que vayan a tu librería lo harán por ti, por tu forma de tratar a la gente, porque saben que le vas a meter la lupa hasta a los postres y a las telas de araña, así que búscate un hueco en tu casa y comienza a ofrecer desde allí asesorías, productos tangibles e intangibles o lo que decidas; llegará un día en el que el espacio se te hará pequeño”.
Esa conversación fue en noviembre y en febrero me ofrecí a realizar talleres de manualidad en una Fundación y llevé todo mi aparataje de teteras, infusiones y postres. No gané mucho dinero pero me permitió probarme a mí misma que yo era realmente una marca personal y a hacer algo fuera de mi área académica. Luego dicté dos talleres más, ofrecí apoyo a otra persona en su actividad e incluso me sorprendí dando, desde mi propia experiencia de vida, una charla de motivación y superación a niños de bajos recursos. Entonces eso de contarles a unos niños que yo había crecido en un barrio muy pobre al margen de la ciudad y que había logrado escribir varios libros y hasta ganarme un premio nacional de poesía me permitió verme a mí misma con cierta distancia y constatar que las frases trilladas de motivación eran ciertas incluso en mí y en mi historia de vida.
“Yo tengo un sueño” y no de un negocio porque desee ser comerciante, tengo un sueño de ser puente para que otros aprendan cosas para sus propias vidas, tener un centro para el disfrute, el optimismo y el encuentro cercano, un lugar al que la gente desee ir y se le haga una ruta habitual, en el que pueda palpar el pasado a través de ciertos objetos al tiempo que se toma una infusión de hierbas o un café, se come un postre y adquiere un libro o un objeto artesanal.
Para eso se necesita dinero, sí, se necesita y mucho, pero como no pienso decaer en mi “Yo tengo un sueño” decidí iniciar desde casa, con grupos pequeñitos de niñas y niños, jóvenes, madres, poetas que andan buscando un refugio… Hoy inicié formalmente, en una parte externa de mi casa, mi sueño que se llama “Bohemia&Té. Casa de sueños” . Espero desde allí ir creciendo hasta ver todo como me lo he imaginado y proyectado, por ahora comparto con ustedes mi alegría y algunas imágenes de mi guarida creativa hecha en su totalidad por las manitos que me dio Dios y gracias al apoyo de mi esposo.
Nos vemos en otra publicación y gracias por llegar hasta el final.
Qué bonito y qué inspirador lo que estás haciendo. Me encanta. Es de alguna manera similar a un proyectito que tengo en mente desde hace varios años, pero bueno, vivo en Venezuela jaja. Espero materializarlo algún día.
Muy buena suerte, amiga. Te mando las mejores vibras.
Gracias Mariam! Yo también vivo en Venezuela y mi proyecto es mucho más grande, pero comencé por esto porque si no iniciaba se me iba a podrir en la mente jajajaja!!! Anímate y reformula lo que debas para que puedas iniciarlo.
Un abrazote!
Oh!!! Gracias por el apoyo!