El accidente

Se sienta en el banco de la plaza que está pasando la calle, al otro lado del semáforo.

Se encuentra impactado ante lo observado hace pocos segundos.

Un conductor imprudente, sin tomar en cuenta la luz roja del semáforo, atropelló a un hombre y siguió su camino sin detenerse.

El observó y literalmente sintió, como el individuo, como muñeco de trapo fue lanzado unos metros hacia arriba por el golpe.

Como trapecista de circo que ha perdido donde agarrarse y atraído por la fuerza de gravedad, en pocos segundos cayó estrepitosamente al pavimento, produciendo un ruido sordo, quedando su cuerpo boca abajo y ensangrentado.

En pocos minutos la gente que se encuentra en los alrededores rodea al caído, pero nadie se atreve a verificar si sigue con vida.

Es como si todos se encontraran velando al cuerpo.

Las sirenas policiales inundan de ruido el sector y los uniformados logran apartar a los curiosos colocando una cinta amarilla como barrera.

La ambulancia se suma a esto y los paramédicos inspeccionan el cuerpo.

Es cuando tiene fuerzas para levantarse del asiento y acercarse al lugar del accidente.

De seguro, si alguien lo señala, lo citarán como testigo, pero extrañamente nadie lo hace.

Se siente mareado, con la vista nublada.

Siente que sus piernas responden con esfuerzo al mandato de su cerebro de acercarse un poco más.

Como abejas en colmena las personas susurran y algunos que también han contemplado el accidente les cuentan a sus vecinos los pormenores de este.

-No creo que sobreviva –escucha que alguien opina.

Logra llegar lo más cerca posible sin ser abordado por nadie.

Un paramédico pone los dedos en el cuello del hombre y moviendo la cabeza en señal de negación sentencia.

-Está muerto.

Ha sido testigo de un homicidio, porque al conductor no le importó quitarle la vida al transeúnte.

Recuerda el color del carro y hasta las placas del mismo y cruza la cinta amarilla sin ser detenido.

Hará las declaraciones que ayuden a atraparlo.

Pero cuando voltean el cuerpo ve asombrado que es el suyo.

Ahora lo entiende.

Está muerto.

Es un fantasma.