En el caramelo de tus besos
mi inocencia pierde su fe
¿Qué más da?
A fin de cuentas,
estaba ansioso
de salir del yugo.
Luego, en esa vorágine
de piernas, brazos, bocas
y manos,
aparece esa embriaguez
tan aprehensiva,
tan adictiva.
Ni las palabras hacen falta
para hacer puentes.
Menos aún
para romperlos.
Bastan los gemidos hirvientes
que se adhieren a las ventanas.
Y después del viento,
toca puerto la limpia
paz de una canción
olvidada que regresa
a una memoria
insomne.
Dormida, cansada,
pareces un ángel!
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