La última navidad fuera de casa
Cuando llegó el Gordo Fernando con el autobús, nos montamos y solo saludamos al gordo, cada uno, con un gesto de cabeza, muy común en el grupo de mineros. Yo me puse en la parte de atrás, lejos de los otros mirando por la ventana. Cuando todos se montaron, el autobús arrancó como si fuera un dragón que caminara en aquel charco amarillo.
Era 24 de diciembre y ya habíamos hablado temprano con la familia. Yo hablé con Lala, también con Carla, pero Jaime no quiso hablarme. Lala me dijo que Jaime estaba jugando en la computadora, pero yo sé que es porque está bravo conmigo. Ya son dos años aquí, dos años sin verlos. Hasta yo me molestaría conmigo mismo.
Los muchachos también hablaron con los suyos. Bueno, los que tienen familia. Aquí hay gente que no tiene a nadie, ni aquí, ni allá, ni en ninguna parte. Como Yeyo que la mujer que tenía se le fue con otro, porque ya son dos años aquí y por más que sea.
En el silencio del autobús, de repente, se escuchó un sollozo. Todos volteamos a ver y era Lolo: era la primera vez que, en estas fechas, estaba lejos de su familia. Yo voltee de nuevo a ver por la ventana porque si hay algo triste es ver a un hombre llorando y entonces pensé en Jaime, mi muchachito de 10 años que no quería hablar conmigo. No sé, pero me sentí como con ganas de volver con mi familia, no importa que no tuviéramos mucho dinero: compartir un pedazo de pan entre todos también era bueno.
En eso, uno de los trabajadores de El Negro, sacó una botella de ron y nos dio un trago a cada uno. El gordo encendió la radio y sonaba una gaita vieja, de esas que yo escuchaba cuando era niño. Todos reímos cuando Lolo también rio y sacó un paquete de galleta y lo compartió con todos. Hacía frío afuera y dentro del autobús, entre tragos, nos sentíamos a salvo del clima. En eso sonó mi celular y vi que era Lala:
_Aló, mi amor -dije y escuché la voz de Jaime al otro lado.
_Hola, papá. Soy yo, Jaime -me respondió con alegría.
Esa noche, mientras compartíamos entre tragos y galletas, y se hacían las 12 de la noche, pensé que ya era hora de volver a casa y esa fue la última navidad que estuve lejos de los míos.
Esta es mi participación en el concurso de Hispaliterario #40: Navidad. Si quieres participar, aún estas a tiempo y aquí te dejo el enlace del post del concurso.
HASTA UNA PRÓXIMA OPORTUNIDAD, AMIGOS
[Versión en inglés]
We came from the mines in silence, tired and dirty. Although it was December 24, we had to work as usual until 8 o'clock at night. We waited for the transport that always picked us up around 8:30. We were Camilo, El Mocho, Manuel, Lolo, Armandito, Yeyo and me, and there were also the others, the workers of El Negro, with whom we had not talked since the quarrel months before.
When Fat Fernando arrived with the bus, we got on and only greeted the fat man, each one, with a nod of the head, very common in the group of miners. I stood in the back, away from the others looking out the window. When everyone got on, the bus started up as if it were a dragon walking in that yellow puddle.
It was December 24 and we had already talked early with the family. I talked to Lala, also to Carla, but Jaime wouldn't talk to me. Lala told me he was playing on the computer, but I know he is angry with me. It's been two years here, two years without seeing them. Even I would be upset with myself.
The boys also talked to theirs. Well, those who have family. There are people here who have no one, not here, not there, not anywhere. Like Yeyo, whose wife left with someone else, because it's been two years here and no matter what.
In the silence of the bus, suddenly, we heard a sobbing sound. We all looked around and it was Lolo: it was the first time he was away from his family at this time of year. I looked out the window again and thought of Jaime, my 10 year old boy who didn't want to talk to me. I don't know but I felt like going back to my family, no matter that we didn't have much money: sharing a piece of bread between us was also good.
At that moment, one of El Negro's workers took out a bottle of rum and gave us each a drink. The fat man turned on the radio and an old bagpipe was playing, the kind I used to listen to when I was a kid. We all laughed as Lolo also laughed and pulled out a package of cookies and shared them with everyone. It was cold outside and inside the bus, between drinks, we felt safe from the weather. Then my cell phone rang and I saw it was Lala:
_Aló, my love,” I said and heard Jaime's voice on the other end.
Hello, daddy. It's me, Jaime,” she answered happily.
That night, while we were sharing between drinks and cookies, and it was 12 o'clock at night, I thought it was time to go back home and that was the last Christmas I was away from my family.
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