Vivo desde hace muchos años en un barrio modesto. Como el barrio ya tiene sus años, muchos de sus habitantes somos gente mayor y por lo tanto, también muchos pensionados, con bastante tiempo libre para el cotilleo.

No vayan a pensar que hablo solo de mujeres, también los hombres le damos bastante a la sin hueso. Acostumbrábamos a reunirnos en la plaza, a media mañana y en el bar, por la tarde. Casi siempre somos los mismos, el barrio no ha crecido, más bien se va achicando, pues los hijos van asentándose en otros lugares por estudio, trabajo o la formación de su propia familia.

Pocos son los vecinos nuevos, pero hace tres años llegó Julia, a vivir con su hermana y su sobrino, con Julia llegaron algunos cambios.

Lo primero que notamos de Julia fue su amor por los perros. Tenía su perro, siempre cuidado y muy educado. Respondía a sus órdenes con la prontitud de un niño obediente. Paseaba a su lado con la cadena floja y nunca la vi darle tirones. El sobrino salía con Julia a pasear el perro y a pesar de su condición autista, estaba aprendiendo a interactuar con la gente y a prodigar caricias a Titán.

Otras mujeres paseaban sus mascotas, pero Julia llamaba la atención, primero por ser nueva y también por de su persona emanaba algo especial: un evidente amor por su perro, que pronto vimos se extendía a los demás caninos; pues con alegría aceptaba cuidar los de otros vecinos. Y en un cortísimo tiempo, era habitual ver a Julia llevando al parque a cinco seis perros.

Y antes de darnos cuenta, algunos de nosotros, dejamos de lado las tertulias diarias (mañana y tarde) para rescatar mascotas callejeras, llevarlas a los centros de retención e involucrarnos en el proceso de adopción de los animalitos. Efraín superando su condición, siempre estaba presente en estas actividades.

Entre todos hicimos un pote, para cubrir los gastos de algunos de esos animalitos, como vacunas, desparasitación y alimentar a las camadas callejeras hasta que eran protegidos por algún centro o tomados como nueva mascota por los habitantes del barrio en quienes había nacido o renacido el amor por los animales.

Julia motorizó también varias recolectas en favor de los damnificados que ocasionó el último huracán que azotó la ciudad. Gina, su hermana, también se animó con esta actividad, saliendo finalmente del luto que la había convertido en una ermitaña, después de la muerte del marido, ya que no había sabido superar sola la condición de su niño. Hacía tiempo que no escuchaba la risa de esa chica. Ella confesó que su recuperación se debía a Julia, pues le hizo ver más allá de su egoísmo y mirar las penurias de los demás.

Y en la renovación de los jardines comunes, hasta mi mujer se apuntó. Todos aprendimos algo de plantas ornamentales y sus estaciones. Las tertulias se revitalizaron, con temas productivos para todos. El barrio se limpió de malos comentarios y todos hablábamos sobre mejorar su aspecto. Efraín mostró mucha sensibilidad para el manejo de las plantas y a todos nos producía alegría cuando saliendo de su mutismo hacía algún comentario sobre las flores.

Me parece increíble todo lo que cambió el barrio en apenas tres años, porque sin hacer mucho, todos estábamos muy ocupados y no había tiempo para visitar enfermos, ni para acompañar a los que no podían salir o hacer la compra, a quienes no tenían tiempo o dinero.

Y ya no era Julia quien motorizaba todas las actividades, nuevos líderes mostraron su capacidad; pero ella había logrado lo más importante: que la bondad dormida se reactivara en todos nosotros, así como el deseo de hacer de nuestro barrio un mundo mejor. El huracán nos había dado una opción más para ser buenas personas. Algunos de los damnificados encontraron hogares de acogida en nuestro barrio de mayores, rejuveneciéndolo con sus niños. La bondad se convirtió en círculo vicioso, reiniciándose cada vez con mayor bondad.

I have lived for many years in a modest neighborhood. As the neighborhood is already old, many of its inhabitants are older people and therefore, also many pensioners, with plenty of free time for gossip.

Don't think that I'm only talking about women, men also give a lot to the boneless. We used to meet in the square in the middle of the morning and in the bar in the afternoon. We are almost always the same, the neighborhood has not grown, rather it is getting smaller, because the children are settling in other places for study, work or the formation of their own family.

Few are the new neighbors, but three years ago Julia came to live with her sister and his nephew; with Julia came some changes.

The first thing we noticed about Julia was her love for dogs. She had her dog, always cared for and very polite. She responded to her commands with the promptness of an obedient child. She walked beside her with the chain slack and I never saw her yank it. The nephew went out with Julia to walk the dog and despite his autistic condition, he was learning to interact with people and to lavish caresses on Titan.

Other women walked their pets, but Julia stood out, first because she was new and also because something special emanated from her person: an evident love for her dog, which we soon saw extended to the other canines; she, well, she happily accepted to take care of those of other neighbors and the boy, Efraín, took charge, then of Titan. In a very short time, it was common to see Julia and Efraín taking five six dogs to the park.

And before we know it, some of us, put aside the daily gatherings (morning and afternoon) to rescue stray pets, take them to retention centers and get involved in the process of adopting pets. the little animals. Efrain overcoming his condition, was always present in these activities.

Among all of us we made a pot, to cover the expenses of some of those animals, such as vaccinations, deworming and feeding the stray litters until they were protected by a center or taken as a new pet by the inhabitants of the neighborhood in whom the love for animals had been born or reborn.

Julia also motorized several collections in favor of the victims caused by the last hurricane that hit the city. Gina, her sister, was also encouraged by this activity, finally coming out of the mourning that had turned her into a hermit, after the death of her husband, since she had not known how to overcome her child's condition alone. . She hadn't heard that girl's laugh in a long time. She confessed that her recovery was due to Julia, because she made her see beyond her selfishness and look at the hardships of others.

And in the renovation of the communal gardens, even my wife signed up. We all learned something about ornamental plants and their seasons. The gatherings were revitalized, with productive topics for everyone. The neighborhood was cleared of bad comments and we were all talking about improving its appearance. Efraín showed great sensitivity when handling the plants and he made us all happy when, coming out of his silence, he made a comment about the flowers.

I find it incredible how much the neighborhood changed in just three years, because without doing much, we were all very busy and there was no time to visit the sick, or to accompany those who couldn't go out or make the purchase, to those who did not have time or money.

And it was no longer Julia who motorized all the activities, new leaders showed her ability; but she had achieved the most important thing: that the sleeping kindness was reactivated in all of us, as well as the desire to make our neighborhood a better world. The hurricane had given us one more option to be good people. Some of the victims found foster homes in our neighborhood for the elderly, rejuvenating it with their children. Kindness became a vicious circle, restarting with more and more kindness.