Fiction: Ego crushed (Ego aplastado) [EN/ES]

«La nueva novia de Andrew», decía uno de los amigos del casanova. «¡Hey, Andrew, deja algo para nosotros! Jaja», se oyó un grito.

«Mi amor, que es lo que dice ese tipo». La chica hablaba a Andrew con un tono fúrico.

«No es nada, amor. Es un amigo que le encanta hacer bromas pesadas. Jaja». Una risa nerviosa brotaba de la boca mentirosa de Andrew.

«Hum. No parece que no fuera broma». El rostro de la chica se colocaba tan rojo como un tomate.

«Bebe, no hagas escenas de cosas sin sentido». Andrew trataba de calmar a la mujer.

«¿Cosas sin sentido? Ahora estoy paranoica según tú». La chica apartaba a Andrew de su lado con un fuerte empujón.

«Amor, me avergüenzas». Los ojos verdes de Andrew se ponían en blanco.

«¿Yo te avergüenzo? Toma esto para que te avergüences». La mujer le daba a Andrew una fuerte cachetada y se iba maldiciendo.

Los amigos de Andrew soltaban carcajadas al ver la escena. El corpulento hombre se acercaba a ellos y con una risa sonora saludaba a los hombres. «Hola, bola de tontos. Me hicieron perder a la chica. Jaja».

«De que te preocupas, Andrew. Las mujeres te llueven. Es una más de tu colección. Jaja». Uno de los amigos instaba a Andrew.

«La verdad es que sí. La número 200 según mis cuentas, aunque no cuento las que solo he tenido una noche. Jaja». El ego del hombre se inflaba más que sus músculos.

«Jaja. Eres un sinvergüenza, Andrew». Uno de los amigos decía.

«Soy guapo e increíble. Nadie se puede resistir a mí. Jaja». Andrew se pasaba la mano por su sedoso cabello rubio.

«Hay alguien a quien no has podido conquistar aún, es tu monte Everest. Jaja». En ese momento, pasaba Irina. «He ahí tu gran reto, casanova. Jaja».

«Oye, tonto. Ninguna mujer se resiste a mí. Esa Irina debe ser rara, por eso no acepta mi cortejo». Andrew blanqueaba sus ojos.

«Pues no lo es. Hace una semana la vi con su novio. Y te tengo una noticia, parece que el novio la dejó y está a tu disposición. Jaja». El amigo palmeaba a Andrew. «¡Ve por ella matador!»

«Reto aceptado. Soy el mejor en esto y nadie, óiganme bien, Nadie se resiste a Andrew Rusell». El hombre salía tras Irina quien entraba a la oficina.

«Hola bella Irina. Está mañana luces radiante, tanto que me ciega tu belleza». Andrew se acercaba presuroso a la chica.

«Hola, Andrew. No te das por vencido, eh». La mujer sonreía.

«Vaya, es la primera vez que te veo sonreír y eso me encanta». Andrew le hacía un guiño. «Estoy de suerte como para invitarte a una cena. Solo como amigos claro esta».

«Sabes, estoy de muy buen humor para aceptarte la invitación». Irina tocaba el pecho del musculoso hombre.

«No estés jugando conmigo, ¿es verdad lo que dices?». Andrew fijaba la mirada en los bellos ojos azules de Irina.

«No es broma, soy toda tuya. Eso sí debes sorprenderme, galán». Irina se mordía sensualmente su labio carmesí.

«Guau. No creo lo que pasando, pero me alegra mucho y créeme no te arrepentirás, preciosa». Andrew pasaba su mano por el pelo castaño de Irina.

«Espero sea una noche inolvidable, cariño. Me recoges a las 8 pm. ¿Te parece?». Irina se daba media vuelta y se iba caminando sensualmente, mientras Andrew miraba alejarse a la escultural mujer.

Andrew se volvía hacia sus amigos con una sonrisa de oreja a oreja. Y mostrando el papel con el número de Irina. «Como les quedó el ojo, envidiosos. Jaja».

«No te lo puedo creer. Al final conquistaste el monte Everest. Jaja». Uno de los amigos le daba la mano. «Eres el maestro de maestros. Mis reconocimientos». Los demás hombres hacían una venia a Andrew.

«Les dije que nadie se puede resistir a este galán. Miren y sufran. Jaja». Andrew se iba bailando dejando impresionados a sus amigos.

Llegó la noche de la cita, Andrew a pesar de ser un viejo lobo en las lides del amor, sentía un poco de nervios. Al parecer no era normal, pensó que tal vez era porque tenía muy altas las expectativas y quería impresionar a Irina a como diera lugar.

Se arregló más que para ninguna otra cita. Estaba impecable, ninguna imperfección podía ser aceptada. Era su monte Everest y aquella noche llegaría a la cima, finalmente. Salió de casa y encendió su Ford Mustang color naranja, el motor rugía como un león hambriento de amor.

El galán iba por la calle, iluminada por las lámparas naranjas incandescentes, escuchaba una canción de amor y la tarareaba, mientras con sus dedos golpeaba el volante al son de la melodía pegajosa, "Esta noche, serás mía", cantaba.

Los nervios le hacían que el camino hasta el apartamento de Irina se hiciera eterno. Después de unos minutos, se vio ahí, frente a la puerta del apartamento de la sensual Irina con aquel ramo de rosas rojas. Presionó el botón negro y una melodía suave, pero con un ritmo de alerta inundó el lugar.

Desde dentro los pasos ligeros se escuchaban y una sinfonía de ruidos sincrónicos llegaban hasta los oídos de Andrew. Él arqueo la ceja y se preguntó, «¿Qué sucede?».

La respuesta nunca llegó porque los pasos se escuchaban cada vez más cerca a la puerta. Andrew reaccionó rápidamente y se acomodó sutilmente la corbata roja con rayas delgadas de color blanco. La chapa giraba rápidamente y el corazón del hombre latía como un corcel desbocado.

Finalmente la puerta empezaba a abrirse, y la figura de Irina se mostraba ante los ojos del galán. Ella estaba envuelta en una sábana blanca, el bello cabello castaño; alborotado, el labial carmesí de sus labios se había corrido y su tez bronceada mostraba un dejo de rubor.

«Hola Andrew, veo que ya llegaste. Jaja». Una risita salió de sus bellos labios.

«Sí, no sé si lo olvidaste, pero quedamos a salir». Andrew se sintió incómodo en ese momento ya que presintió lo que estaba sucediendo.

«Ah, la cita, sí, claro. La cita...». Irina era interrumpida abruptamente.

«Ella no saldrá hoy con nadie, compañero. Nos estamos divirtiendo. ¿No es así, amor?». La voz profunda pertenecía al novio de Irina.

«Sí, sí, cariño, por favor vuelve a la cama. Ya regreso contigo». El hombre daba media vuelta y desaparecía entre las penumbras del apartamento.

«Disculpa, Andrew. Es que él llegó y tú sabes me pidió disculpas... Perdón». Cerró la puerta sin dejar que el galán dijera una sola palabra.

Andrew sintió por primera vez algo que le oprimía el pecho, pero hizo lo más sensato, se dio media vuelta y no tuvo más opción que tragarse ese pastel horrible del rechazo. En ese momento, supo que Irina era su monte Everest y que nunca llegaría a la cima.

Los pensamientos lo inundaban hasta que se dio cuenta que había llegado al auto anaranjado. Abrió la puerta tiro las rosas dentro y soltó una palabra en la brisa nocturna, «Zorra».

El celular de Andrew sonó y escuchó una voz conocida. «Amorcito, te he extrañado. Discúlpame por ser tan tonta y la bofetada de esta mañana, ¿podemos volver a empezar?».

«Dorothy, mi amor. Claro que te perdono. Precisamente salía para allá con un ramo de rosas rojas para la más bella del mundo». Andrew miraba las flores rojas que ahora tenían dueña. «Espérame, cariño, ya voy para allá».

«Te amo, bebé». Un suspiro se escuchó por el altavoz.

Andrew cortaba la llamada y decía para sí, «No conquiste el Everest, pero tengo a mi monte Fuji cerca. Jaja... Oigan no me juzguen, el traje y las flores costaron mucho dinero. Tengo que descontar. Jaja».