El fin de semana, en medio de las ocupaciones por haber regresado a las actividades laborales y académicas, hicimos un paréntesis para ir de paseo a una finca cercana donde habita un tío de mi novio.

Como sabemos que por allí pasa una quebrada o riachuelo, alistamos de inmediato la ropa que llevaríamos para poder bañarnos y cambiarnos allí.

Nuestro sobrinito estaba muy emocionado. A él le encanta observar los animales de granja, como gallinas, cerdos, vacas y ovejas y, por supuesto, le encanta meterse al agua. Yo estaba tan emocionada como el. Y, es que cada vez que voy al campo me siento renovada, interactuar con la naturaleza es mi mejor terapia. Me lleva de vuelta a la mejor etapa de mi vida: la niñez. Incluso, considero que es bueno mantener esa energía en nuestro interior y exteriorizarla a menudo. Quizá por ello, me sentí tan a gusto jugando en el agua con los pequeños: nuestro sobrino y una prima suya.

Por el camino, aproveché de grabar algunos videos del paisaje. La pradera verde, el ganado rodeado de blancas garzas, las coloridas trinitarias que ornan la entrada de alguna parcela y las hermosas nubes que contrastaban. Eso y mucho más hacían más atractivo el corto viaje.

Hicimos una parada en la carretera. Me mostraron a lo lejos una montaña en la cual supuestamente hay una laguna escondida. Cuentan que si algún día esa laguna se llegara a desbordar causaría una tragedia a la población de Santa Ana.

Al llegar a una bodega, antes de tomar el cruce que lleva al sector denominado La Cucurí, emprendimos la caminata, pues las condiciones de la carretera impiden subir en vehículos que no sean doble tracción. La vía está muy deteriorada.

Fueron unos 20 minutos de caminata, creo yo, quizá menos. En el camino iba mirando la presencia de florecillas silvestres las cuales fotografiaba apenas podía. Antes de iniciar la cuesta en un lugar boscoso que resguarda el paso de la quebrada hay un puente peatonal muy bonito. Mide unos 15 metros, según calculo. Así que, decidimos grabar video mientras caminábamos a través de este.

Luego, le dije a mi novio que nos tomáramos un par de fotografías. Disfrutamos bastante el momento. Mientras tanto, nuestros acompañantes habían continuado caminando y ya los habíamos perdido de vista.

Empezamos a correr cuesta arriba. Al llegar a la curva de la carretera pudimos ver que nos estaban esperando. Fue muy cómico porque nosotros apostábamos al que llegara primero y, en tanto, mi suegra nos grababa con su teléfono. Adivinen quién ganó la carrera 🤣

Continuamos la caminata. Ya faltaba poco. Unos 15 metros antes de llegar a la casa hay que cruzar el riachuelo. Para lograrlo es necesario meterse al agua o caminar a través de un tronco de unos 5 o 7 metros de longitud. Todos cruzaron sobre el tronco y confieso que me causó miedo caminar sobre el. Veía como al paso de los demás se movía, sentía que en cualquier momento podría caer. No me atreví. Como me había quedado de última no dudé en dar media vuelta y bajar al nivel del riachuelo. Me quité los zapatos, esperé un poco y crucé con cuidado de no lastimarme con las piedras o de pisar alguna que estuviera resbalosa por la humedad.

Llegamos a la casa y allí estuvimos un buen rato. Los niños me invitaron a jugar dominó. Nos divertimos y me ganaron. A cada rato preguntaban a que hora iríamos a la quebrada. Asi que, pronto lo hicimos.

El agua estaba muy fría, parecía agua helada. Había que tener valor para entrar y tan pronto lo hicimos ya no queríamos salir. Al principio, a mi sobrino le daba miedo entrar. A menudo repetía que no sabía nadar. Lo cierto era que el punto más profundo de la quebrada apenas le llegaba a la cintura. Así que, rápido ganó confianza mientras su prima le enseñaba como flotar.

Jugamos lanzando agua unos contra otros. Competimos para ver quién aguantaba durante más tiempo la respiración bajo el agua. Y así seguíamos el juego con cualquier idea que tenían en mente. Nos tomaron videos y fotos para registrar ese momento. Los niños estaban muy contentos de que compartiera con ellos y yo de disfrutar de sus ocurrencias y compañía.

Horas después, de regreso a casa, todos teníamos la satisfacción de haber tenido un grandioso día. Yo aproveché de fotografíar el atardecer.