Un rostro entre la multitud - Relato

in Cervantes3 years ago


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Un rostro entre la multitud

Para maryse:

No sé si leerás esto siquiera, pero de todos modos lo estoy escribiendo. No me queda otra alternativa, supongo. A menos que ceda a mis impulsos de saltar por tu ventana para colarme en tu habitación, tu vida, tu día. Acosarte hasta obtener alguna reacción por tu parte. Algo que definitivamente no haré, te tengo el suficiente respeto para darte tu espacio.

Incluso el modo en que esta carta llegará a ti no será el correcto, pero confío en que, por lo menos, atraiga tu atención lo suficiente para que decidas levantarte de la cama y tomarla. Ojalá que sientas ganas de leer su contenido y que me des la oportunidad de llegar a ti.

Perder a un ser querido debe ser algo tan doloroso que las palabras no alcanzarían para expresar el sentimiento. Imaginar que pierdo a las personas que quiero, para intentar tomar tu lugar, se me hace sinceramente aterrador.

Imaginar que los pierdo a ellos, que te pierdo a ti... No puedo concebir la idea. Tengo miedo, y por eso mi obsesión por saber de ti, este deseo de saber que estás bien, que lo estarás.

¿Recuerdas aquella vez en la que pasé semanas sin hablar contigo? Sin decirte cómo me sentía. Insomnio, lo llamé. Me encerré en mi mismo y tú solo querías ayudarme. No pensé que en cómo te sentías tú al respecto, y ahora comprendo porque yo me siento del mismo modo. Esta vez se invirtieron los papeles.

Sé que este es tu dolor, que es algo reciente, nuevo, que debes vivirlo, saborearlo, fundirte en él antes de pensar siquiera en superarlo. Que debes procesar todo. Que luego, ya luego, podrás tomar la decisión de seguir. Sé que quizá es muy pronto para eso ahora.

Lo entiendo y por eso respetaré la distancia que interpusiste entre tú y el mundo, el silencio, tus ganas de no ver a nadie y encerrarte, de llorar. Esperaré.

Pero antes quiero que sepas que te quiero. Que tú dolor es mi dolor, que no poder hacer nada por ti me hace sentir impotente, y que si en algún momento, no importa a qué hora, qué día, ni qué esté haciendo, necesitas a alguien con quién hablar, estaré para ti.

Te prometo que te escucharé sin voltear la mirada hacia otro lado, ya sé que todos están optando por fingir que nada pasó. Y pasó. Pasó demasiado.

A partir de ese día, en algún lugar específico de la plaza de la ciudad, un chico espera a partir de una hora determinada. Algún día, quizá, verá surgir una cara entre la multitud. Su cara. La de la chica que descendió al infierno sola, en un instante. La que quizá no sabe cómo ascender nuevamente a la superficie.


Partes anteriores

El punto de partida

Las primeras anotaciones

El corazón entre las sombras

Insomnio

El remedio del insomnio

La esperanza entre las manos

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Saludos @mariart1 , gracias por compartir tu relato, espero que realmente lo lea "maryse", jajaja....Bendiciones.