El día estaba taciturno en mi vieja ciudad,
Casi andie tránsitaba las calles cuando el día casi acababa.
La tarde estaba tan cálurosa como siempre
Y ya comenzaba a resfrescar porque la noche estaba llegando,
Me senté en la terraza a beber café como hago casi siempre,
Miraba al horizonte como esperando a que algo sucediera.
El cielo estaba tan azul y aburrido como siempre,
Las nuebes se movían en la misma dirección
Hiendo al mismo lugar al que siempre han hido.
De repente el sol en su último bostezo del ocaso
Incendió el cielo y mi alma sintió nuevamente
El fuego de la vida.
De repente la tarde se volvió especial,
De repente la existencia volvió a tener sentido
Porque las ventanas de mi alma (mis ojos)
Estaban resplandecientes.
La vida siempre nos regala momentos como este
Donde el más mínimo detalle puede cambiarlo todo,
Donde la luz puede jugar con nuestro estado de ánimo
Y donde la vida de repente recupera
El brillo que había perdido.