Diez años de espera...

in Writing Club2 years ago


Hola amigos lectores de esta comunidad, tenìa un buen tiempo sin escribir, pero ya conseguí salir de un letargo de 30 días. Asì que les dejo un relato que escribì mientras esperaba un vuelo en el aeropuerto de mi ciudad natal, de regreso a casa. Espero sea de su agrado. Feliz día.😍

Diez años de espera...

Él esperaba cada viernes con un ramo de rosas, así, en cada espera iba conociendo a cada viajero, a los trabajadores del aeropuerto, hizo amistades, consolidó afectos, y hasta llegaron momentos en que se distraía divirtiéndose con sus nuevos amigos. Al final del día regresaba solo a casa con el ramo de flores en manos, pues quién esperaba nunca llegaba.

Un buen día compró un ramo de flores, era surtido, este no tenía únicamente rosas, ese día, había habido contratiempos en los aeropuertos del país, por lo que todo había colapsado, e incluso se había cerrado el aeropuerto con quiénes estaban dentro, rápidamente se formaron grupos de conocidos y desconocidos compartiendo experiencias, jugando cartas, echando chistes y hasta apostando en juegos sanos, ese día el ramo de flores pasó por muchas manos, rodó por el suelo, lo deshojaron y hasta lo pisaron.

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Magen de Pixabay cuyo autor es Rudy and Peter Skitterians



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Imagen tomada de pixabay
cuyo autor es Pacto Visual


Ya era tarde, se mejoró el clima y reanudaron los vuelos, ya estaba aterrizando el último avión del día cuando nuestro amigo decidió despedirse y buscar con la mirada su ramo, lo consiguió tirado en un asiento, lo tomó, trató de ajustarlo un poco para irse de nuevo a casa, tal y como lo hacía todos los viernes, pero al voltear quedó con el ramo al nivel de su pecho y en frente de él, la mujer que tanto esperó.

—¿Son para mí?

Él miró avergonzado aquel estropeado ramo de flores, pero no dió tiempo a más, ella lo tomó y se arrojó en sus brazos. Él solo lloró en su regaso mientras ambos terminaban arrodillados en el suelo.
Era un momento de perdón y aceptación , pues ya hacía diez años atrás siendo ella una joven de 20 años y el de 22 en el que juraron reencontrarse en aquel viejo y olvidado aeropuerto.


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Imagen tomada de Pixabay cuyo autor es Carabo

En aquellos días de juventud, Marcos solía llegar en bicicleta a la universidad pero antes paraba en el puesto de periódicos de su amigo Ernest, que quedaba justo en frente del almacén donde vendían Telas, el cual pertenecía al Sr.Yassir, que bien era un buen hombre, pero evitaba familiarizar con personas ajenas a su cultura, pues quería que su única hija Sabira, conservara sus creencias y tradiciones, lo cual era respetado por todos, sin embargo Marcos esperaba cada día llegar al puesto de periódicos antes de irse a la universidad para ver a Sabira entrar a la tienda con su padre, solía verla cada mañana discimulando estar leyendo alguna revista, y una vez que ella entraba al almacén ambos se veían de una forma definitivamente tierna con chispas de complicidad.

Era claro que ambos se gustaban por lo que Marcos ideó la forma de conocerla, quería saber si era solo una ilusión de su parte, o si realmente podría ser sincero aquello que su estómafo bullero le manifestaba cada vez que la veía. Una mañana llegó al puesto de periódicos con una muchacha, ambos en vicicleta, al llegar el Sr.Yassir junto a su hija a abrir la tienda, Sabira observó hacia el puesto y detalló a Marcos dándose cuenta que esta vez estaba acompañado. Esto no le supuso ninguna gracia, por lo que su rostro y su mirada cambiaron en segundos, eso lo percibió Marcos y aunque pareciese malicioso, la reacción de Sabira fue para él un buen indicio.

Una vez seguro de que Sabira había visto a su amiga, se fue a sus clases en la universidad, ya solo esperaria con ancias la hora de irse a casa. Mientras tanto en la tienda del Sr. Yassir entró una joven.

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Imagen tomada de Pixabay cuyo autor es English

— Buen día, ¿en que le puedo ayudar?

—Buen día Sr. Yassir, deseo ver las telas para la confección de vestidos de novia— enseguida Sabira alzó la mirada y fue hasta donde estaba la chica.

—Tranquilo padre, yo atenderé a la señorita— El Señor Yassir no se opuso, hasta le pareció conveniente pues la especialidad de Sabira era la confección de vestidos de onvia a igual que su madre.

—Claro hija, permiso señorita, la dejo en las mejores manos— la joven sonrió en aggradecimiento mientras el señor Yassir se retiraba.

—¿Qué clase de vestido le harán, así será más facil conseguir la tela apropiada?—

—Querida la verdad, ninguno— esa respuesta confundió a Sabira.

—Entonces, ¿no se casa?— al preguntar esto, Marcía le respondió entendiendo claramente la actitud de Sabira, pues al verla en la mañana pensó que posiblemente sería la novia del muchacho con el que intercambiaba coquetas miradas todas las mañanas antes de entrar al almacén de su padre.

—No, si preguntas por mi, no, no me caso, si preguntas por Marcos, no, no se casa— Sabira miró en todas direcciones observando a otros clientes para discimular su nerviosismo y rubor.

—Bien comprendo, nadie se casa—negaba con la cabeza y Sabira seguía preguntando con nerviosismo— Entonces,¿usted desea ver las telas?, estas están muy finas—

—Marcos, quiere conocerte, tiene tiempo tratando de hacerlo— ambas seguían mirando y tocando telas, avanzando en los pasillos.

—¿todo bien Sabira?— Preguntó el Señor Yassir desde lejos.

—Si padre, todo bien—

—El esperará el la entrada trasera de la facultad de medicina veterinaria de la universidad, todas las tardes estará allí— Sabira suspiró con disimulo, y sin ver la cara de Marcia le preguntó

—¿Desea alguna otra cosa?— Marcia le dió la espalda y se fue. Mientras veía como Marcía salia de la tienda Sabira suspiro y repitió el nombre de Marcos en voz muy baja.

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Imagen tomada de Pixabay del autor Alexander Fox

Esa tarde Marcos se quedó en el jardín que quedaba en la parte trasera del edificio de la facultad de medicina veterinaria, allí mientras esperaba conversaba con sus compañeros, quienes uno a un o fueron retirándose, quedando solo hasta tarde, al darse cuenta que aquella joven no acudiría, se fue a casa.

Al día siguiente Marcos se levantó muy tarde, ese día tendría un examen, por lo que se vistió de forma apresurada tomó su bicicleta y corrió directamente a la universidad. Sabira había notado su ausencia en el puesto de periódicos, suponiendo que aquel joven decidiría no pasar nuevamente por allí pues ella no acudió a la cita la tarde anterior. Esa noche ambos no conciliaron el sueño, cada uno se planteaba su propia historia del por qué el otro no apareció donde se le esperaba.

Pasaron una noche en vela, pero al día siguiente todo fue distinto, Sabira iba entrando como todos los días al almacén de su padre y al voltear hacia el puesto de periódicos se topó con la mirada intensa de ilusión de aquel joven Marcos, quien al verla esbosó una sonrisa y se marchó a la universidad. Esa tarde justo al salir al jardín de la salida que quedaba en la parte trasera del edificio de la facultad de medicina veterinaria, Marcos vió la figura delicada de una dama que cubría su cabello delicadamente con un pañuelo, dejando ver su rostro por completo. Se le acercó, estaba nervioso, ella también sin embargo se atrevieron a hablarse, aun quedaban estudiantes por el jardín, ellos se retiraron hacía un árbol buscando más sombra.

—¿Tu nombre es Sabira, verdad?

—¿tu nombre es Marcos?— ambos rieron con verguenza.

—Desde hace mucho quería conocerte, pero no me había atrevido, todas las mañanas te veo llegar al almacén de tu padre, he querido entrar pero creo que he sido un poco cobarde—

—Si tienes buenas intenciones, no deberías acobardarte— Esta frase la dijo Sabira dándose cuenta que su encuentro casi furtivo con aquel muchacho podría decirse que estaría mal ante los ojos de su padre, por lo que de alguna forma reflexionó sobre sus actos y dicho esto, dio la vuelta y se fue de aquel lugar, dejando a Marcos más nervioso de lo que lo halló, pues se había dado cuenta que ciertamente la voz de aquella joven era tan melodiosa a sus oidos, como radiante su mirada ante sus ojos, que su olor lo trasportaba y que definitivamente tendría que llenarse de valor para solicitar a su padre el permiso para poder salir con ella.

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Imagen tomada de pixabay cuyo autor es Aline Ponce

Sabira llegó esa noche a su casa, entrando por la cocina, nadie se había dado cuenta de su ausencia.

—Hija, estabas acá, por un momento creí que habías salido—

—Si madre, estaba por preparar la cena—

—Ahh, si, ¿qué harás?, recuerda no hacer nada pesado, ya tu padre y yo no contamos con tan buena salud como hace unos años—

—tanquila madre será algo ligero— dicho esto Sabira se ocupó de cocinar, y una vez terminado, se dispuso a servir la mesa, colocando en el centro la sopa de verduras, el pan , los platos, ensaladas los vasos y cubiertos, además de un jugo de frutas, en el momento que estaba por terminar, sonó el timbre de la puerta de entrada de su casa. En ese momento quedó paralizada, eso no era usual, nadie les visitaba a esa hora. Su madre estaba sentándose a igual que su padre, por lo que se dirigió con un poco de torpeza hacia la puerta, desde el comedor se veía claramente el salón de entrada, y por supuesto, la puerta.

Sabira abrió y al ver en frente de ella a Marcos casí le da un desmayo, estuvo a punto de desvanecer pero Marcos la tomo en sus brazos evitando que cayera, el Señor Yassir, corrió a la puerta.

—Sabira ¿qué te sucede?— Ella reaccionó de inmediato mientras Marcos la sostuvo mientras junto con su padre la conducían al sofá del salón. Mientras ya tenía a su lado a su madre echándole aire con un tapete de mesa. El Señor Yassir, cerró la puerta y se dirigió a Marcos.

—Disculpe Jovén, ¿Quién es usted?, y ¿qué desea? Marcos en medio de la sala temblaba con disimulo y haciendo un gran esfuerzo respondió las preguntas que el señor Yassir le había hecho.

—Soy Marcos Rossi, estudio el penúltimo año de Medicina Veterinaria en la universidad del estado y estoy acá porque deseo su autorización para visitar a su hija Sabira. Acto seguido, desde la calle se escuchaban una serie de insultos en otra idioma, que pocos sabían en el vecindario, pero que claramente se entendía que no transmitían ningún elogio al joven Marcos, quien salió de la casa de Sabira, derrotado y triste y mientras se alejaba, una Sabira avergonzada se asomaba desde la ventana a ver como Marcos se iba con un cuenco de sopa fría en su cabeza.

Al día siguiente, Marcos pasó por el puesto de periódico, pero no se quedó a esperar a ver llegar a Sabira, y Sabira, ese día había decidido no ir a trabajar, había pasado toda la noche llorando, sentía verguenza por lo sucedido con Marcos. Esa tarde Marcos salió por el jardín trasero de la facultad de medicina veterinaria, su mayor sorpresa fue ver a Sabira esperándolo bajo el árbol.

—¿Qué haces aquí?—

—Vine a pedirte disculpas, mi papá tiene miedo por mi, no quiere que me hagan daño, por eso actuó así— Mientras volteaba su mirada hacia otro lado, Marcos le respondió.

—Lo sé, si yo fuera papá también actuaría igual. Por eso creo que mejor nos olvidemos de todo, aunque quisiera conocerte, antes de rendirme— estas últimas palabras las pronunció buscando la mirada de Sabira, quien muy nerviosa le dijo lo que pensaba.

—Después de lo que fuiste capaz de hacer anoche, yo creo que ya te voy conociendo, eres noble, respetuoso y determinado. Yo también quisiera poder compartir más contigo, antes de rendirme— En ese momento se hallaban mirando fijamente a los ojos, Marcos quiso acercarse más a su rostro, pero Sabira lo bajo y le tomo las manos. Enseguida tan solo sentir la suavidad de su piel, Marcos se erizó con nerviosismo por completo, entonces Sabira lo soltó y se despidió de él.

—Te veré mañana— y así fué. Cada mañana tenían su leve encuentro de miradas, era como el buenos días que les animaba a llevar el día sin angustias, y en las tardes, Sabira corría a encontrarse con Marcos en aquel Jardín universitario.

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Imagen tomada de Pixabay cuyo autor es Chesna

Cada tarde se encontraban con mucha discreción y respeto aunque por dentro el deseo les consumiera. Habían pasado ya más de un año de estar encontrándose a escondidas, ese día se olía en el ambiente que todo sería diferente para aquellos jóvenes enamorados. Sabira como siempre espero a Marcos, y a diferencia de otras veces, este día al encontrarse Marcos salió escondiendo un brazo, y tomándola de la mano con el otro, entonces la llevó bajo el viejo árbol que les daba sombra.

—Sabira tengo algo para tí—en ese instante descubrió su mano era un pequeño bouquet de flores variadas, que en medio tenía pegada con tirro una cajita. Samira asombrada se llevó las manos a la boca como conteniendo un grito, mientras veía como Marco destapaba la cajita mostrando un anillo.

—¿Te casarías conmigo?— enseguida ella le dio el si, y ambos se abrazaron sellando aquella humilde petición con un muy deseado beso. Todos quienes se dieron cuenta de aquella escena comenzaron a vitorear a los recién comprometidos, pero nada de eso duró demasiado, entre la gente apareció el padre de Sabira, el Señor Yassir, todo quedó en silencio. Tomó a su hija por un brazo, le quitó de las manos el bouquet de flores y se lo arrojó en la cara a Marcos.

—Mientras yo esté vivo, eso nunca pasará— Sabira con su anillo al dedo y los ojos llenos de lágrimas no se resistió y aún en contra de los deseos de su padre mientras se alejaba le gritaba a Marcos.

—Espérame Marcos, yo regresaré— Marcos con su ramo de flores destrozado pegado a su pecho, corrió llorando a su casa, al principio pensó que el enfado del señor Yassir sería pasajero, y acudió día tras otro al puesto de periódicos para poder ver desde allí a su amada Sabira. Pero eso nunca sucedió. Un buen día vió como habían puesto en venta el almacén de telas. Luego se enteró que el señor Yassir había tomado la desición de irse del país con su familia. Al enterarse con el alma hecha pedazos corrió al aeropuerto, allí casi al último momento Sabira lo pudo ver y desde lejos mientras era llevada del brazo de su padre le decía a Marcos que se irían a Stambul, que tarde o temprano ella regresaría, que por favor no se cansara de esperarla.

Así pasò un año, Marcos se graduó de Veterinario, se ocupo de sus estudios, montò su propia clinica en la misma ciuada, y sin olvidar ni un segundo de su día a día a su amada Sabira, sabiendo que los vuelos del estranjero solo llegaban los viernes en aquel viejo aeropuerto, decidió esperarla sin falta cada viernes de cada semana durante aquellos 10 años, y ella siendo fiel a su palabra volviò para reencontrarse con Marco,sin que nadie pudiese evitarlo.

Fin

La imagen de agradecimiento fue hecha en Canva.

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Sort:  

Amé cada línea de este hermoso relato.
Soy fanática de la escritura romántica, y los fanales felices son justos y necesarios.
Gracias por compartirlo. 🌷

Gracias por ese comentario, me hacía falta algo así. A veces se escribe con el alma y otras con la razón, cuando escribo con el alma soy feliz si otra persona lo disfruta.