Saludos nuevamente a todos vosotros y vosotras. Tengo el honor de dirigirme a ustedes, miembros activos del ecosistema Hive, para informarles sobre este próximo artículo a ser presentado por mí en esta maravillosa plataforma interactiva. Se trata de un relato breve de un momento de esparcimiento que disfruté en una fecha reciente de este diciembre que está en su fase culminante en el centro de la capital del estado Sucre. Sin más… ahí les va. Espero les agrade.

Ayer, 26 de diciembre del 2024, tomé un bus con rumbo al centro de esta ciudad en la cual estoy anclado desde hace mucho tiempo. Fuí para despejar mi mente y romper con la rutina habitual de la época navideña en el hogar. Eran las 10:30 am., y, al llegar a la parada de “la rosca” me bajé y caminé por la calle Mariño hasta la transversal donde está la sede del Banco mercantil (cerrado en la actualidad) de la Avenida Bermúdez, luego continúe con dirección hacia la Avenida Perimetral. En ese trayecto me detuve en varios sitios para contemplar el movimiento de la gente en busca de ofertas en las tiendas de ropa, calzado, electrodomésticos y otros bienes de consumo para disfrutarlos, supongo, en lo que queda del 2024 e inicios del 2025. Entonces miré la hora en mi teléfono celular. Ya eran las 11:50, es decir, casi las 12 del mediodía. ¡Uff!…de repente sentí un gruñido más o menos intenso en mi delicado estómago, no sé por qué razón ya que, antes de salir de casa, media hora antes, yo había desayunado con arepa rellena con queso y plátano frito (2 arepas medianas) y un vaso con jugo de lechoza con mango y avena cruda.

Después de ese momento de debate interno de si comprar algo o esperar un rato más, me senté en una saliente del piso de la sucursal del BNC de la Bermúdez y, al alzar la vista, me percaté que había un montón de personas comprando comida rápida en los varios puestos informales y en los centros comerciales. No había mucha variedad de platillos, sólo perros calientes, tequeños con queso, hallacas, falafel, cachapas con queso y empanadas. Claro, en los negocios formales de comida sí se podía disfrutar de platos más completos y suculentos. Por supuesto, a mayor costo. Yo, en mi situación financiera actual no puedo almorzar ni cenar en tales comercios.

A las 2 pm compré una catalina de 20 bolívares, medio kilo de cambur también por 20 bolívares y me senté a comer en el mismo lugar donde estaba sentado previamente. La sensación de agitación estomacal de hace 2 horas desapareció. Esperé unos minutos y compré un vaso de guarapo de papelón con limón para bajar lo que había ingerido y para hidratarme. A esa hora el sol estaba activado y hacía algo de calor a pesar de la brisa fresca que soplaba en el sector. Ah, el guarapo costó 35 bolos. A ver, sacando cuentas diría que mi almuerzo imprevisto me salió económico (barato) solamente desembolsé 75 bolívares.

Posteriormente, siendo las 3 y 20 minutos de la tarde, caminé de regreso hasta la parada del bus, ubicada contigua a la iglesia Catedral de Cumaná para volver a casa. Un recorrido de 15 minutos a paso medio, esto es, una especie de precalentamiento deportivo para oxigenar el organismo y eliminar toxinas. Al llegar a la parada me subí al autobús, estaba a la mitad de pasajeros, por lo que tuve que esperar que se llenara ya que hay una regla tácita de los conductores de salir del escalafón sólo si están llenos (en horas específicas). Total, tuve que esperar alrededor de 15 minutos para arrancar de regreso a mi hogar. Cuando llegué por fin a casa estaba medio agotado y, en vez de comer lo que me habían servido de almuerzo (espagueti con pollo guisado) preferí acostarme. Sí, encendí el ventilador, me quité los zapatos, las medias y la camisa y me acosté. ¡Ahh que alivio!...

Como es costumbre, presento unas imágenes de mi galería de fotos para ilustrar esta publicación. Ambas han sido tomadas con la cámara principal de 8MP de mi teléfono Redmi A2.