Mucho estuvo hablándose de lo que ocurre en Chile, donde la sociedad civil reaccionó ante un incremento de la tarifa del transporte público en una magnitud y con una violencia que parecieron desmedidas.
Chile además viene siendo en las últimas décadas un ejemplo de crecimiento económico en la región y también de respeto de las instituciones democráticas. Y ha sabido alternar gobiernos de distintos signos políticos e ideológicos con total transparencia y sobriedad.
A pesar de ello, desde hace unas semanas Chile viene viviendo una feroz revuelta social que ha llevado a declarar el toque de queda.
Pero lo de Chile no es un tema aislado. Se suma a los casos de Haití, Ecuador, Perú y más recientemente a Bolivia
Se sostuvo en un principio, cuando el foco era el caso chileno, que esto solo podía explicarse por la influencia de personajes como Maduro en la región, quien estaría tratando de generar una desestabilización en un país que aparece como el mejor ejemplo virtuoso del modelo liberal en latinoamérica y que en este momento tiene un presidente que se identifica con la centro-derecha.
Sin embargo, en Bolivia la reacción es contra un presidente de fuerte raigambre populista que viene siendo reelecto desde 2006. Y el detonante en este caso parece haber sido el fraude electoral.
Pareciera entonces que subyace en todos los casos un reclamo que podría unificarse bajo la idea de una más equitativa distribución de la riqueza y que no se trataría de movilizaciones impulsadas por líderes populistas que buscan desestabilizar gobiernos demócratas y liberales para hacerse del poder a fon de implementar regímenes dictatoriales.
Si de lo que se trata es de mejorar la distribución de la riqueza que genera el sistema liberal de producción, bienvenido sea este debate. Es posible que estemos asistiendo a un nuevo equilibrio de fuerzas, a una mejor atención al problema acuciante de los que menos tienen y sobre todo de los que se encuentran excluidos del sistema y sobre los que debe trabajarse en serio para lograr incluirlos. Pero a su vez hay que tener en cuenta la amenaza (que más que amenaza es realidad en ciertos países de la región) de la toma del poder por parte de populistas autoritarios.
Si en el reclamo de mayor equidad prevalece la sociedad cuerda, que promueve y defiende los valores democráticos y no los grupos violentos e irrespetuoso de las instituciones que buscan apropiarse del poder para establecer regímenes dictatoriales, puede en tal caso avizorarse un buen futuro para latinoamérica.
De lo contrario, si son los personajes como Maduro los que salen victoriosos con estas revueltas y terminan copando la parada, entonces la decadencia será generalizada y pronunciada.