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Muchas veces a uno solo le queda el amargo sabor de la pérdida.

Solo queda despertar al día siguiente y mientras nos tomamos una taza de café bien cargado: ¡Vamos corazón! ¿Qué es otra raya más para el tigre? ¡Vamos! ¡Arriba! ¡Aunque nos duela!

No hay más opción que la de continuar.