Las identificaciones como armas de doble filo | Identification as double-edged weapons [ES/EN]

in Holos&Lotus3 months ago (edited)

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Nacemos a sus imágenes y semejanzas

¿Qué seríamos sin las identificaciones?, ¿cierto? Todos y todas nos identificamos con algo: nuestro grupo de amistades, nuestra banda favorita, papá o mamá, el o la mejor estudiante, el o la peor deportista... Lo cierto es que siempre siempre vamos a identificarnos con algo que de alguna forma nos es ajeno, pero a la vez atractivo, algo que nos mueve cada día ya sea para acercarnos más a esa imagen, o para alejarnos de ella porque, saber lo que no queremos ser, es también una identificación.

Desde que nacemos, incluso antes, ya nos tienen preparado un papel en la escena familiar donde lo importante no va a ser el nombre que nos den, sino lo que ello significa para quienes nos lo adjudican, y es así cómo ya desde entonces somos hablados a partir de ese «cuerpo imaginado» con el que fantasean nuestros progenitores y demás miembros de la familia. Incluso desde ese momento ya se nos impone una meta, un objetivo, un mandato: el de adecuarnos a dicha imagen que nos tienen preparada. Y si nos vamos más al detalle, es por ese cuerpo imaginado el que, aunque en ocasiones el parecido sea poco o nulo, siempre vamos a tener, por ejemplo, los ojos de mamá o los labios de papá, o vamos a ser activos como la abuela o enojosos como el abuelo.

Sin darnos cuenta nos hacen moldear a sus imágenes y semejanzas, nunca mejor dicho. ¡Pero qué suerte!, de no ser así la vida se simplificaría a ser solamente una mera actividad orgánica. Es esta identificación original las que nos va introduciendo en el mundo simbólico de las personas, utilizando las palabras como pilares que sostienen y configuran una personalidad. Luego poco a poco, mientras crecemos, vamos cambiando de identificaciones; conservando algunas y desechando otras, a medida que incursionamos en la cultura.

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Sin embargo, aquello que nos permite entrar en el mundo de las personas, nos hace frustrarnos en ocasiones, provocando malestar. Es lo mismo que muchas veces es causa de signos y síntomas que nos llaman la atención sobre algo que no está marchando bien. Y es que el Yo, aquello a donde nos remitimos para hablar de nosotros y nosotras, aquello que nos da la referencia y es nuestra brújula, de sentido, está compuesto de identificaciones justamente para dar una falsa noción de equilibrio y ocultar que somos seres divididos. División que se da precisamente entre esos ideales y, digamos, nosotros y nosotras.

Ocurre que el ser humano necesita inicialmente identificarse con algo ajeno, porque es así como puede realizar cosas que antes no podía, lo cual supone un principio rector del desarrollo desde el psicoanálisis lacaniano. Pero esa identificación nos aliena de nuestros propios cuerpos y nos lleva a una dimensión social en la que nos mimetizamos con un entorno que nada tiene para todos y todas, porque el «para todos y todas» es un espejismo cultural que sirve obviamente a una cultura, por demás globalizada y consumista, que busca la homogeneidad.

La cultura del autodiagnóstico

En tal sentido, se puede hablar de un fenómeno que se está dando con frecuencia. Es harto sabido que hoy en día la producción mediática juega un papel importante en las identificaciones, no solo por lo rápido que se propaga, sino también por encapsulada que se da. Me refiero a que en nuestra modernidad, las cosas para que funcionen deben ser rápidas, concisas, breves, y todo ello condicionado por el movimiento acelerado en el que se llevan a cabo nuestras vidas para poder responder a las demandas que nos llegan desde la realidad. Es así cómo, en el plano de la salud mental, han estallado montones de productos audiovisuales en redes sociales promoviendo el autodiagnóstico psiquiátrico, como una suerte de horóscopo que no posee nada de valor clínico.

Si bien todo ello es producto de una mayor concientización y visibilización de los temas relacionados a la salud mental, lo cual caracteriza a nuestra generación, también es cierto que uno de los mecanismos que tiene la posmodernidad para silenciar y anular ciertos discursos disruptivos es la hiperbolización. Es así como a raíz de hablar en demasía y abarrotar con cierto tema, lo que se logra es todo lo contrario a lo que se cree: se pervierte e instrumentaliza. Por ende, en la actualidad muchos, -diría yo, la gran mayoría- de los discursos sobre salud mental que se dan en las redes, tienden a simplificar y caricaturizar dicha problemática convirtiéndola o bien en especies de listas de compras, o en rutinas que responden a ciertos privilegios de clase, o en un «deber ser o hacer» como mandato social que tiene que ver con mantener un status quo.

Sencillo. Si hacemos una simple búsqueda en nuestro navegador podremos darnos cuenta de que los resultados serán montones de Tik Toks, Reels, videos de YouTube, etc., con personas de dudosa formación que en su vida han recibido algún tipo de preparación en alguna de las disciplinas psi, afirmando que si eres una persona que hace x o y cosa, entonces posiblemente tienes un trastorno de mepasoeldiscursoprofesionalporelarcodeltriunfo, o que para mejorar tu autoestima debes repetir la palabra «resiliencia» tres veces frente al espejo a la medianoche, o que si tu pareja te frunció el entrecejo es que se trata de una red flag (nótese el sarcasmo).

Lo cierto es que estos personajes, por demás muy mediáticos dada la gran cantidad de seguidores y suscriptores, lo que hacen es promover una cultura del autodiagnóstico que tiene buena acogida precisamente porque estamos acostumbrados, y necesitamos, que todo sea compacto y empaquetado, para que consumirlo no cueste trabajo ni nos lleve mucho tiempo porque se nos hace tarde para lo que sea que tengamos que hacer. Además, al tratarse de contenidos tan ambiguos y genéricos, nos resulta fácil sentirnos identificados con ellos así sea lo más descabellado del mundo, y producen un sentimiento de contención y manada si tenemos en cuenta de que quien se identifica, encuentra escrito en palabras algo que él o ella misma, por la dificultad que le supone su malestar, no ha podido elaborar, y comienza a sentir que su problema no es suyo solo, sino que hay más personas que también sienten así.

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Sin embargo, por muy difícil que sea asimilarlo, el malestar es propio. Por mucho que se parezca al discurso de fulanito en redes sociales, tu malestar es producto de la interacción de variables personológicas con un entorno que para nada es el mismo para quienes te rodean, porque incluso el entorno, aunque inamovible aparentemente en su materialidad, es cambiante para una misma persona a lo largo de su vida porque cambia la percepción que tiene de él. Entonces, tu malestar es un producto único y genuino que no se puede encontrar en otro lugar más que en tus propias vivencias, porque eres tú quien lo experimenta en el cuerpo y nadie puede debe venir a juzgarte decirte qué tienes y qué hacer para deshacerte de él.

Y no, no tienes TDAH porque no puedas concentrarte en el trabajo, no tienes autismo porque te molesten las personas a tu alrededor, no tienes Asperger porque no entiendas el humor de nadie, no tienes depresión porque tuviste un mal día. En lugar de echarte más identificaciones alienantes al lomo solo porque son atractivas y cumples con 15 de los 10 requisitos que mencionó tu influencer favorito después de leer par de cosas en Google, deberías comenzar a cuestionarte los contextos en los que generalmente te mueves y qué haces en ellos. Además, si tu malestar es tanto que ya supone un deterioro personal o social, deberías plantearte la posibilidad de acudir a un profesional; la única persona cualificada para acompañarte en ese tipo de situaciones.


English version

Copia de Las identificaciones como armas de doble filo.png

We Are Born in Their Images and Likenesses

What would we be without identifications, right? We all identify with something: our group of friends, our favorite band, dad or mom, the best student, the worst athlete... The truth is that we will always, always identify with something that in some way is foreign to us, yet attractive at the same time—something that drives us each day, either to get closer to that image or to distance ourselves from it, because knowing what we don't want to be is also a form of identification.

From the moment we are born, even before, a role has already been prepared for us in the family scene, where what matters is not the name we're given but what it means to those who give it to us. This is how, from that moment, we are spoken of through that "imagined body" our parents and other family members fantasize about. Even then, a goal, an objective, a mandate is imposed on us: to conform to that image prepared for us. And if we go into detail, it's that imagined body that, even when the resemblance is small or nonexistent, will always be there. For example, we may have mom's eyes or dad's lips, or be as active as grandma or as grumpy as grandpa.

Without us realizing it, we are molded in their images and likenesses—literally. But how lucky we are! If it weren’t so, life would be simplified to mere organic activity. It’s this original identification that introduces us into the symbolic world of people, using words as the pillars that sustain and shape a personality. Little by little, as we grow, we change identifications; keeping some and discarding others, as we venture into culture, especially in this culture.

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However, that which allows us to enter the world of people can sometimes frustrate us, causing discomfort. It's the same thing that is often the cause of signs and symptoms that draw our attention to something not going well. The "Self"—what we refer to when we talk about ourselves, what gives us reference and is our compass of meaning—is made up of identifications precisely to give a false sense of balance and to conceal that we are divided beings. This division occurs precisely between those ideals and, let’s say, us.

The thing is, humans initially need to identify with something external because that’s how we are able to do things we couldn't do before, which is a guiding principle of development from a Lacanian psychoanalysis perspective. But that identification alienates us from our own bodies and takes us into a social dimension where we blend in with an environment that offers nothing to everyone, because the "for everyone" is a cultural mirage that obviously serves a globalized, consumerist culture seeking homogeneity.

The Culture of Self-Diagnosis

In this sense, we can talk about a phenomenon that is becoming increasingly common. It is well known that today’s media production plays a major role in identifications, not only because of how quickly it spreads but also because of how encapsulated it is. By this, I mean that in our modern age, for things to work, they must be quick, concise, brief—all of this conditioned by the accelerated pace at which our lives are lived, in order to meet the demands coming at us from reality. This is how, in the realm of mental health, countless audiovisual products have exploded on social media promoting psychiatric self-diagnosis, like a kind of horoscope with no clinical value.

While all of this is a result of greater awareness and visibility of mental health issues, which is a hallmark of our generation, it is also true that one of postmodernity’s mechanisms for silencing and nullifying disruptive discourses is hyperbole. By talking too much and oversaturating with a certain topic, the opposite effect is achieved: the issue is distorted and instrumentalized. Thus, today, many—most, I would say—of the discourses about mental health on social media tend to oversimplify and caricature the issue, turning it either into a kind of shopping list or into routines tied to certain class privileges, or into a social "ought to be or do" mandate, which has to do with maintaining the status quo.

It’s simple. If we do a basic search in our browser, we’ll find tons of TikToks, Reels, YouTube videos, etc., with people of dubious background who’ve never received any training in any of the "psi" disciplines, claiming that if you do x or y, you probably have some disorder with an unnecessarily complex name, or that to improve your self-esteem you should say "resilience" three times in front of the mirror at midnight, or that if your partner frowns, it's a red flag (note the sarcasm).

The truth is, these people—who are often highly media-savvy given their large followings—promote a culture of self-diagnosis that is well-received precisely because we are used to, and need, everything to be compact and packaged, so consuming it doesn’t take much effort or time, as we’re already running late for whatever else we need to do. Additionally, because the content is so vague and generic, it’s easy for us to identify with it, even if it’s the most far-fetched idea in the world, producing a sense of validation and belonging—especially since those who identify with it find in words something they themselves haven’t been able to articulate due to the difficulty of their discomfort, and start to feel that their problem isn’t theirs alone, but that others feel the same way too.

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However, no matter how hard it is to accept, the discomfort is yours. As much as it may resemble someone’s discourse on social media, your discomfort is the product of an interaction between personal variables and an environment that’s not the same for those around you, because even the environment, seemingly unchangeable in its materiality, changes for the same person over time as their perception of it changes. So, your discomfort is a unique and genuine product that cannot be found anywhere else but in your own experiences, because it is you who experiences it in your body, and no one can should come and judge tell you what you have or what to do to get rid of it.

And no, you don’t have ADHD because you can’t focus at work, you don’t have autism because people around you annoy you, you don’t have Asperger's because you don’t get anyone’s humor, and you’re not depressed because you had a bad day. Instead of piling more alienating identifications on yourself just because they’re appealing and you meet 15 out of the 10 requirements mentioned by your favorite influencer after reading a few things on Google, you should start questioning the contexts in which you usually operate and what you do in them. Moreover, if your discomfort is so significant that it is causing personal or social deterioration, you should consider seeking a professional—the only person qualified to guide you through those situations.

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Créditos | Credits

Bibliografía consultada | Bibliography consulted

Imágenes utilizadas | Images used

Todas las imágenes utilizadas son de mi propiedad y fueron generadas utilizando Designer de Copilot, mejoradas con Upscale.media y editadas en Canva | All images used are my own property and were generated using Designer from Copilot, upscaled using Upscale.media and were edited using Canva.

Traducción | Translation

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This is so true. I never really understood why people crave labels and boxes to fit into, but I guess it stems from feeling the need for an identity, a place to belong. Unfortunately people on social media prey on this and now, by all accounts, we're all autistic, ADHD and geniuses. This also preys on the need to feel special. It's okay, you're just neurodivergent it's not your fault, so you can behave however you like and besides, you're a genius so people should respect you instead of get annoyed at you being rude.


Esto es muy cierto. Nunca he entendido muy bien por qué la gente ansía etiquetas y cajas en las que encajar, pero supongo que surge de la necesidad de sentir una identidad, un lugar al que pertenecer. Desgraciadamente, la gente en las redes sociales se aprovecha de esto y ahora, según todos los indicios, todos somos autistas, TDAH y genios. Esto también se aprovecha de la necesidad de sentirse especial. No pasa nada, sólo eres neurodivergente, no es culpa tuya, así que puedes comportarte como quieras y, además, eres un genio, así que la gente debería respetarte en lugar de enfadarse porque seas grosero.

Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com

It is like that. As I said, it is to see in words something that because of your discomfort and the difficulties of your environment, you have not been able to name, and then you begin to feel that you are not the only one. But this also serves as a cause and not as a consequence, because even if you don't have that label, you start to behave like one in order to fit in. That's something I failed to put in my article.

Thank you for reading me 🤜🏻🤛🏻